martes, 23 de abril de 2013

Terrorista en Pijama



Publicada el 13 de diciembre de 2012 en La Hora 

El otro día, arreglando mi casa, me di cuenta de que soy terrorista, o que lo fui en algún momento. ¡Jesús, quihorror! Era un domingo común y me quedé estupefacto, patitieso, hecho un adefesio.  Pensé en entregarme a la Policía de inmediato, indicar por Twitter mis coordenadas al Ministro del Interior, para que envíe a la élite uniformada y me arrastren de las greñas al cuartel.

Pensé que era mi deber patriótico entregar a semejante criminal, pero no lo hice. Me detuve al darme cuenta de que me encontraba usando la más desgastada de mis pijamas y un terrorista en pijama, ‘quihadeser’. Peor tomando en cuenta las decenas de cadenas de TV con las que justificarían mi detención. ¿Y yo en pijama? Negado.

No soy de Luluncoto, pero me di cuenta de que tengo el mismo material subversivo. Pensé que seguramente el estado altivo y soberano ya estaría tras mis pasos.

Me escandalicé al encontrar en el cajón mi vieja camiseta del Che Guevara y el terror fue peor cuando vi que a su lado permanecía un saco con la cara del Subcomandante Marcos. “Espero que nadie los haya visto”, me dije en voz baja para no ser escuchado por las decenas de micrófonos que de seguro habitan mi hogar.  Escondí de inmediato esas prendas y borré de mi computador la canción ‘Hasta siempre Comandante’. Esa solo la pueden cantar los Pueblo Nuevo. Otro que lo haga es un vulgar bandido. ¿Bandido yo? Pues resulta que simón.

Nervioso salí de mi habitación esperando que nadie se dé cuenta de mi sospechoso caminar. Recordé que en mi modesta biblioteca guardaba, de mis tiempos mozos, algunos libros de izquierda que podrían ser usados en mi contra en un juicio de esos recontra justos, como los de hoy en día. Metí mi biografía del Che en una funda negra. Me temblaban las manos al esconder mis libros de Lenin, Trotski, Mao, que fueron habitantes de mi mesa de noche cuando iniciaba la universidad. Traté de actuar normal y sigo en fugitivo, por el momento.

Nunca me había imaginado que yo era una talibán, casi un sendero luminoso. ¿Quién diría? Y lo peor, enterarte de tus macabros movimientos, un domingo con la más chimba de tus pijamas.    

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