lunes, 23 de mayo de 2011

Cuento infantil

Mi columna publicada el domingo 22 de mayo de 2011 en la LA HORA, da un vuelco, un texto para los más pequeños de la casa. Sírvase...

Cuento infantil

Érase una vez un reino donde todos los caballeros judiciales eran muñecos de madera. En la carpintería del palacio había un Geppetto que soñaba cada noche que se convertían en niños de verdad. Eran como 5.000 muñecos y él los quería tallar a su medida, para no sentirse solo.

En aquellos días ya no se tallaba con martillo ni escoplo. Como la producción de pinochos era industrial, en el taller del castillo de Carondelet los carpinteros tenían, por ejemplo, la varita mágica del polígrafo.

Había narices largas por toda la Judicial y era preciso trabajarlas. Apurados buscaban al hada madrina. Los pinochitos poco decían, no se sabía si querían ser niños de verdad, niños de manos limpias y corazones ardientes. Pero Gueppeto no quería dejar pasar la oportunidad que le había dado el 48% de la aldea en consulta popular.

Querían depurar la carpintería, esclarecer los intentos de derrocar el reino e identificar si en algún rato ‘Alí Tiro Fijo Babá y los 40 guerrilleros’ habían dado sus doblones para financiar la noble historia del nunca jamás.

El reino era un país de las maravillas, donde todo podía pasar. Había un rey enfadado, princesas coordinadoras, malvados juglares que con tinta envenenaban las manzanas, para luego entregárselas a una bella mujer llamada Patria.

Mientras Geppetto buscaba a sus pinochos, los consejeros del castillo preparaban los conjuros para que los siete enanitos de poncho perdieran el control de la mina y dejaran de marchar al ritmo de ‘hei ho, hei ho, yo NO’, por la sierra centro y las selvas del imperio.

Geppetto amenazaba a un malvado brujo que no había querido abrir las puertas de una fortaleza para que entrara su Grandeza. Para el artesano del reino, ese era el pinocho principal.

En la aldea, mientras tanto, recibían este cuento por telégrafo. La epopeya se trasmitía por tres canales de TV. Hasta aquí este episodio, el capítulo siguiente se escribirá en la próxima sabatina, a la misma hora y por el mismo incautado canal.

lunes, 9 de mayo de 2011

Cómo ve el Washingtonpost las nuevas tecnologías en el periodismo

A escuchar a la ‘abue’

Mi columna dominical publicada en La Hora el domingo 8 de mayo de 2011. Sírvase.....

A escuchar a la ‘abue’



“Primo, yo te quiero, pero con mi Rafico no te metas”. “Borregos, rojillos opresores, hijos de Caín”. “Al carajo, son una caterva de pelucones vende patrias”. Reuniones familiares escandalosas, polarizadas, abuelas asustadas por las broncas que, con o  sin tragos, se aparecen cada almuerzo de domingo. Domingos como hoy. Ah, cierto, ya los domingos no se bebe. ¿Será por esto?

Luego de comer, la política hoy en día no es buen postre para una reunión familiar. La gente, de lado y lado, anda como loca. Puños sobre el mesón, insultos, mala onda generalizada. La casa de la ‘abue’ es un ring, ya pocos quieren ir. “Ese man es un fanático”, reclama la prima. “Esa tipa está ciega, no ve la revolución”, dice el tío. “Ni un trago más para los dos caramba”, pone orden la mayor.

La política apasiona, pero también divide. Lo que pasa en miles de hogares ecuatorianos es un reflejo de lo que vive este Ecuador sufridor, aguantador, apasionado y fraccionado. Ya va siendo hora de escuchar a la abuela, de sentarnos a comer sin miradas de amenaza, a la final, todos somos la selección.

La consulta ya pasó, mejor un cafecito y hablar tranquilos. Con un tamal solucionar el drama y sanar a la familia.  Los gritos dejan sorda a la gente, no se escucha lo que dicen y, a cambio, la rabia burbujea. Hay que escuchar a las abuelas, ellas saben, ya vivieron los ‘velascos’, los ‘bombas’, los todos.

Ya las cartas están sobre la mesa, ya nada hay que hacer. Cuando se vienen las tormentas, como las que vaticinan los pronósticos, es mejor estar en familia. Así como hay que estar entre seres queridos cuando brama el volcán, es bueno guarecerse entre los cercanos para soportar la arremetida del poder. ¿Los poderosos tienen abuelas? ¿Las tuvieron? Ni un trago más para el poder.