martes, 23 de abril de 2013

Análisis político a bordo del taxi




Publicada en La Hora el 8 de noviembre de 2012

Una canción de Jaime Enrique Aymara llega a su fin. El ritmito tecnocumbiero aún se respira en el taxi. Aún no se termina de digerir el bombazo bailable, cuando una voz profunda irrumpe en el dial. ¿Qué pasa? ¿Dónde quedó el vacilón?

Desconcierto. Ni el pasajero ni el taxista abren la boca. La voz tenebrosa cita a prohombres y usa sus frases sobre libertad. Pero les da la vuelta, ataca a la propia libertad. El taxista se rasca la cabeza. El cliente empieza a sospechar. Luego de unos segundos lo descubre. Es el mismito, el locutor oficial de los spots más ‘hardcore’, los más bronquistas. El favorito de Fernandito.

La prensa esto, la prensa aquello, dice esa voz. Para ese entonces ya el pasajero y el conductor la tienen clara. Es una propaganda, de esas ‘pepas’ del Gobierno.

El cliente no sabe si pedir al taxista que apague el radio, tiene miedo de que sea uno de esos correístas enamorados y el viaje se vuelva una batalla campal. “Mínimo me baja y aquí hay puro malandro”, piensa. Se acaba el spot. Al rato empieza una propaganda de una cevichería. Ambos saben que la que pasó fue una publicidad de gobierno, pero parece que el ‘Último día de la semana’ del CNE nunca lo supo. Al final del spot no dice publicidad autorizada como dicta la ley. Es que eso, imaginan los dos, no debe ser considerado propaganda.

“Estos no paran”, dice el taxista rompiendo el silencio. El pasajero está de acuerdo. Ambos conversan sobre otras formas de propaganda que para el Sunday Walls del CNE no lo son. El sábado pasado, y el pasado, el emeleccista invitaba a dar palizas electorales votando a su favor. “Es que el Gobierno es el rey del mambo”, comenta el conductor. El pasajero asiente con la cabeza. Los ejemplos se enfilan, ya es difícil enumerarlos. Ambos concluyen en que cada acto del poder es ya una jugada electoral. El pasajero, un tipo común, lo entiende; el taxista también, el ‘Último día de la semana’ parece que no.

El barrio empieza a parecer conocido. Llegan al destino final. El cliente, ante de bajarse pregunta: “¿Y cómo así usted no es correísta?”. El taxista responde tajante: “¿Qué le pasa? Este taxi es legal”.

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