jueves, 2 de diciembre de 2010

"Estos documentos son un bocado muy apetecible para cualquier servicio de inteligencia"



Esta entrevista la realicé a Vicente Jiménez, director adjunto de diario El País, en medio de la tormenta de Wikileaks. Esta pieza se publicó en Diario La Hora de Quito. En la entrevista publicada en el diario he de reconocer un error. El cargo de Vicente Jiménez es director adjunto, no subdirector como erróneamente se apunta en el artículo. Disculpas a él y a los lectores. Aquí el texto.


El periodismo de las grandes conspiraciones visita poco las redacciones de los medios en el día día. Tampoco es común que cinco de los principales medios escritos del mundo trabajen coordinadamente con un material tan delicado. Pero los 251.287 documentos que el portal de internet Wikileaks entregó a The New York Times (EE.UU.), Le Monde (Francia), The Guardian (Reino Unido), Der Spieguel (Alemani) y EL País (España) han puesto al mundo de la diplomacia de cabeza. Son cables del Departamento de Estado norteamericano, en los que se revelan las estratagemas de la política exterior de la superpotencia en cada rincón del planeta. La relaciones internacionales  al desnudo.
El pasado domingo arrancaron las publicaciones y desde entonces la redacción de El País, en Madrid, no para. Todos atentos a las reacciones mundiales, a coordinar el trabajo con los otros cuatro medios, a proteger los datos. En su despacho, Vicente Jiménez, director adjunto de ese periódico, habla con La Hora en una entrevista que se interrumpe cada que esta lluvia de información secreta se vuelve torrencial.

Wikileaks ya filtró este año papeles secretos sobre las guerras de Afganistán e Irak a los mismos periódicos, pero El País es la primera vez que entra a este club ¿Cómo se gestaron los contactos?
No fue fácil, pues cuidan mucho su exposición pública. Logramos contactos con Julian Assange (fundador de Wikileaks) puramente periodísticos, por el interés que nos provocaba la organización y el portal. Les comentamos que teníamos interés en acceder a sus informaciones. Eso no se tradujo en nada en un primer momento, pero ellos valoraron la información y vieron que esta vez no era un asunto concreto como Irak y Afganistán. Eran decenas de temas que afectaban a decenas de países, gran parte de ellos de América Latina, países de lengua española. Se dieron cuenta de que para su estrategia, que yo la desconozco, la relevancia de El País era insoslayable.

¿Cuáles son los principales pilares de convenio?
Primero quiero desmentir que se trate de un acuerdo financiero, como ha empezado a decirse. El País no ha pagado ni un euro por esta información, igual que el resto de medios implicados. El único compromiso formal fue uno fácilmente asumible para cualquier periodista: contrastar la información.
Wikileaks insistió en que valoráramos qué aspectos pueden entrañar riesgos para algunas personas. Remacharon en que cualquier fuente que apareciera en eso cables y eso supusiera algún riesgo para ella en países donde los derechos humanos no están garantizados o las garantías jurídicas son débiles, tenía que ser borrada.

¿Qué países son esos?
China, Rusia, Irán, Pakistán…

¿En América Latina?
Venezuela, Cuba… No estoy descubriendo nada nuevo. Cualquier persona que suministre información en esos países corre riesgos. En algunos casos puede incluso perder la vida, en otros acabar en prisión o exiliado, en otros sufrir algún tipo de persecución.

¿O sea que tienen en su poder documentos muy delicados? ¿Cómo se está manejando el tema de seguridad?
Hay dos niveles de compromiso. El primero es el de mutilar documentos para no poner en riesgo la vida de la gente y para eso tenemos herramientas informáticas. Para ello, disponemos de un espacio en Internet del que no puedo dar detalles. Ahí los periódicos discutimos qué cables deben ser editados.
El segundo nivel es garantizar que la información está bien guardada. Son 250.000 documentos, la mayoría secretos, del Departamento de Estado. Son un bocado muy apetecible para cualquier servicio de inteligencia de cualquier país del mundo, para cualquier gobierno es un material de un valor incalculable. Por eso debemos proteger esta documentación para que no caiga en manos indeseadas

¿Son documentos digitales, físicos? ¿Están en un lugar seguro del cyber-espacio?
Están en un lugar seguro, no puedo decir más.

¿El País ya ha recibido presiones de algún cuerpo consular o alguna llamada del gobierno de España?
Hasta el momento no. Pusimos en conocimiento de la embajada de Estados Unidos en Madrid y del Gobierno de España que teníamos esta información días antes de su publicación. 

¿Cuál fue la respuesta?
La respuesta de la Embajada fue de sorpresa.

Pero el Departamento de Estado ya había alertado a sus cuerpos diplomáticos de la eminente publicación…
El Departamento de Estado fue informado por el New York Times y en ese momento el resto de periódicos nos pusimos en contacto con nuestras respectivas embajadas.

¿Están listos para una batalla legal?
El Departamento de Estado ha anunciado una acción criminal contra quienes han revelado estos cables. Yo creo que se refiere a Wikileaks. Está por verse si va a emprender medidas legales contra el New York Times, The Guardian, nosotros…
Entiendo que es complicado. Bajo la ley federal estadounidense, la revelación de secretos puede ser un delito, pero también hay jurisprudencia,  pasó con los papeles del Pentágono (informe secreto del Departamento de Defensa sobre la implicación militar y política en Vietnam entre 1945 y 1967 que salió a la luz en una serie de artículos del The New York Times),  en el que Tribunal Supremo consideró que sobre esos documentos secretos primaba la libertad de información.
Pero luego están las legislaciones particulares de cada país. El Departamento de Estado no tiene jurisdicción legal sobre España. No son documentos secretos del Gobierno español. Estamos a la expectativa, pero creemos que los ciudadanos tienen derecho a conocer este tipo de informaciones.

¿Cómo se coordinan las publicaciones con los otros cuatro periódicos?
Primero se hizo la lectura de los documentos para identificar las grandes historias internacionales que se podían publicar de forma conjunta. Luego  coordinamos la información para no pisarnos el terreno. De ahí viene lo que es de interés más doméstico y lo de la agenda de cada uno. Ahí cada periódico tiene su estrategia y el único compromiso es informar al resto de las publicaciones.

¿Cuál es la agenda de El País?
España y América Latina. Claro que también los temas internacionales como Irán, Corea del Norte, China…

¿Qué orden tendrán las publicaciones de América Latina?
Publicaremos las historias que más interés nos han merecido. El criterio es el obvio: prioridad a los asuntos más relevantes o interesantes, desde nuestro punto de vista. México, Argentina, Chile, Venezuela o Brasil son países que nos interesan mucho. Lo que debe quedar claro es que no hay una agenda oculta para beneficiar o perjudicar a determinados líderes o países, como ya se ha dicho por ahí.

¿Qué hay de Ecuador?
No puedo darle esa información.



martes, 30 de noviembre de 2010

Wikileaks y la diplomacia en calzoncillos

Es algo que todos sabían, que el chisme, el espionaje y la doble moral eran las bases sobre la que se ha apoyado la política exterior estadounidense desde siempre. Todo se sabía, nunca hablar con un diplomático de ese país ha representado una garantía. Una conversación informal en un coctel era lo mismo que conectar un megáfono a los pasillos de la CIA.
Si bien era conocido, la divulgación de los 251.287 documentos del Departamento de Estado filtrados a Wikileaks, quien a su vez los puso a disposición de El País, The Guardian, Spiegel, Le Monde y The New York Times, es un hito en la historia del periodismo. Es aquel capítulo del oficio que siempre anhelamos, que vemos en producciones de Hollywood. Ese periodismo de las grandes conspiraciones, un periodismo que no visita las redacciones todos los días.
Esta es una batalla que el fundador de Wikileaks, Julian Assange, ha emprendido siendo él la única carne de cañón visible. Un solo hombre que se enfrenta a la bestia, que demuestra que la superpotencia tiene goteras. No es la primera vez, ya ha hecho temblar al imperio con sus papeles de Afganistán e Irak. Se agradece su valentía.
Oráculos del fatalismo hablan de que el periodismo tambalea, que pronto asistiremos a su entierro. Escándalos como este demuestran lo contrario. Estas revelaciones no fueran posibles sin la estructura de los medios, sin la coordinación entre estos cinco grandes periódicos. Que la información de Wikileaks sea difundida por esas marcas, garantiza los contenidos. Fueron semanas de noches en vela en las redacciones, contrastando, comprobando, protegiendo identidades de quienes puedan correr peligro, valorando. Agotados, pero con una roca de lava en las manos que ha puesto a temblar al Despacho Oval, que tiene a todos los líderes mundiales leyendo estos artículos como ratones de biblioteca.
¿Cambiará la forma de hacer política exterior después de estas revelaciones? ¿Veremos a Assange encarcelado? No lo sabemos, pero lo que sí sabemos ahora son cosas sorprendentes como el interés de China porque Estados Unidos presione a su aliado de Corea del Norte y así afianzar su poder en un Corea unificada. Ahora sabemos que hablar con un diplomático de Estados Unidos es hablar con un espía. Y Assange anuncia más, Wikileaks tiene otras perlas. Hablan de informes sobre la banca mundial. Vamos a ver qué terremoto causa.
Ah. Me olvidaba el toque ecuatoriano. De Quito hay documentos. Estoy tras su pista. Pero me provocó gran carcajada leer que el vicecanciller de Ecuador, Kintto Lucas, invitaba a Assange a vivir en el país. “Si es necesario y si él lo solicita, obviamente que Ecuador está abierto a brindarle la residencia". Pero lo gracioso es que mi país, hoy caracterizado por un Estado empeñado en cercar la información, monopolizar medios y atacar a la prensa, tenga un vocero que diga: "Creemos que personas que están constantemente investigando y tratando de sacar a la luz estos lados oscuros de la información, lados oscuros de los estados, son fundamentales para entender que sí es posible otro tipo de investigación periodística, sin necesidad de atacar". Esta es la nota graciosa de la jornada.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Un cerco en plena crisis

Un día normal transcurría en el extranjero cuando  un compañero entró a una sala en la que estaba trabajando en un tema del posgrado y me comenta: “la que se está armando en tu país”. Era el 30 de septiembre de 2010 y en Quito una revuelta policial había retenido al Presidente en un hospital de esa fuerza de seguridad.
Los detalles de ese trágico día para la paz, la democracia y el sentido común no vienen al caso relatar. El papel de la prensa es lo que nos ocupa. Me entrometí  esa noche en Madrid (tarde aún en Quito) en la redacción de diario El País para ayudar en algo y tener más canales de información para seguir al segundo el tema.
No fue misión fácil alimentarme de datos. Ya las señales de televisión privadas habían sido obligadas a conectarse a la señal oficial y por las pantallas solo se paseaban los amigos del régimen. La gente con la que lograba tomar contacto en Quito me explicaba su desesperación por no tener más fuentes de información. Para colmo las páginas web de los periódicos se habían saturado y ese colapso impidió que se pueda nutrir de información inmediata.
Es tremendamente preocupante que ante una crisis un gobierno restringa la libertad de información, pero es aún más lamentable que solo una pequeña parte de la población entienda ese atropello. De esa manera no hay quién plante cara al poder y le recuerde que esas medidas no responden a las buenas costumbres democráticas. Pasan los días y el Presidente se convierte en héroe, pero nadie sugiere que también es un verdugo de la libertad de prensa, que en este caso no era en beneficio del periodista, sino para ayudar a entender la situación a miles de familias que esa tarde tenían el corazón en la mano frente a la televisión.
A pesar de  que no había señal, los periodistas de los medios audiovisuales seguían en el campo de batalla, escondiéndose de los tiros para, cuando el poder lo permita, informar de lo sucedido. El Presidente destina cadenas enteras para acabar a la prensa, pero cuándo se reconocerá el valor de esos reporteros que, a pesar de tener a sus esposas e hijos en casa encendiendo velas a sus retratos, seguían al pie del cañón sin bajar la cámara, sin dejar de anotar los hechos. Un país ciego que no quiere ver más allá de las rabietas del mandatario carismático, alarmista, irresponsable y populista. Esto no resta que la actitud policial fue una de las barbaridades más estúpidas de la historia democrática del país. 
Desde Madrid era difícil conseguir información para nutrir las notas del día siguiente del periódico y los avances de internet. Todo cuando en España ya se rayaban el amanecer. Una llamada telefónica me ponía en contacto con Marieta Campaña, una periodista de diario Expreso, que con total valentía cogía el teléfono para nutrirme de datos entre nubes de gas lacrimógeno y detonaciones confusas. Una mujer valiente, así como el resto de damas reporteras que permanecieron ahí. Así se pudo ir reconstruyendo los hechos.
La población que sí entendió la gravedad no solo de los sucesos, sino del cerco mediático, se volcó a la red, como nunca antes lo había hecho en la historia (cabe recordar que el acceso a internet en el país está muy por debajo de los estándares de sociedades desarrolladas). Por Facebook y Twitter compartían fotos, comentarios, datos. La mayoría de ellos jóvenes que tenía a su lado a sus abuelos y padres, a quienes traspasaban la información que lograban pescar en la red.
Hoy las aguas se van calmando, pero esta escena circense deja un país golpeado, un presidente aún más popular, una sociedad atemorizada, pero ojalá que también se recuerde el 30 de septiembre de 2010 como la fecha en la que la libertad de expresión resultó un asuntó del que el gobierno prefirió prescindir.         
A continuación dejó los enlaces de las piezas que pude redactar desde la distancia.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Marruecos: Ingenuidad y mordaza


Según Reporteros Sin Fronteras, solo el 1% de los marroquíes lee periódicos.


Bienvenidos a Marrakech, hora local 12:30, temperatura 41 grados centígrados.  Al bajar del avión y pisar la ciudad empiezo a sentir que me derrito, así como el calor de la inocencia derritió el objetivo primario de mi visita: preguntar al marroquí común sobre la hispanidad de Ceuta y Melilla. Pecar de ingenuo me dijeron; “es como ir a Alaska a averiguar sobre la ley de migración de Arizona”, comentó un colega de Madrid. Pero Marruecos me estaba esperando para asustarme y desnudarse, restregarme en la cara que es un país que no acelera pero tampoco frena, que retiene pero no encarcela, donde la libertad tiene un concepto inestable.
El panorama se divisaba espinoso. Además, en mi hoja de vida no presumo de hablar árabe ni francés, lenguas en las que transcurre la vida en esos parajes. Me sumergí en la Medina, el centro de la ciudad. Recorrí laberintos color café, donde a cada paso un olor impregna el cerebro, donde hay que esquivar motos, niños, comerciantes, guiris y cucarachas. Donde la frase “hola amigo, ¿quieres porros”? da la bienvenida en cada nueva callejuela. Esa oferta psicotrópica es lo mucho o lo poco que saben de español en esa zona del Magreb.
Mientras fotografío una cabeza de camello que solitaria me sonríe desde la percha de una carnicería, viene a mi mente Ramón Lobo, experimentado corresponsal de El País. “Las primeras fuentes siempre son el taxista que te recoge en el aeropuerto y tu intérprete”, decía en una conferencia. Un intérprete sería una buena idea. Como aún tenía saldo en la cartera de la ingenuidad acudí al caer la noche a la estación de policía de la céntrica plaza Jemma el Fna, catedral del cuscús con pollo. Escándalo generalizado entre los policías de la puerta cuando me delaté periodista. Advirtieron que no puedo andar por la calle investigando sin la venia del Gobierno. Para lograrla había que hablar con el jefe, que se escondía tras una densa nube de humo, con un cigarro en la mano y otros cuantos moribundos en el cenicero. Eran las diez de la noche.
Mis documentos inician ahí una intensa sesión de manoseos y revisiones por decenas de ojos. El pasaporte ecuatoriano es para ellos casi un animal exótico, casi como para fotografiarse junto a él. Una orden en árabe provoca que me tomen del brazo y me conduzcan a un coche policial, una furgoneta que arrancaron sin cerrar aún la puerta. Ni inglés, ni español, ante mis ojos se perdían las luces de la ciudad e iniciábamos un recorrido por una carretera oscura, en cuyas tinieblas vi pasar mi vida e imaginé portadas de periódicos del día siguiente que informaban de mi deceso.
De la nada, un cuartel policial. En penumbras como el desierto que lo rodea. Los policías ingresan y buscan algo en el interior del edificio, hablan por radio, por móvil, suben y bajan escaleras. Al final de un pasillo se esconde una luz. Es una oficina habitada por un oficial que reza sobre el suelo. Se pone de pie e inicia un largo interrogatorio. “Pasaporte y credenciales”, pide uno en un inglés escolar. Exigen explicaciones del lugar de nacimiento, escuela, instituto, universidad, medios en los que se ha colaborado, número de hermanos, en fin, sólo faltaba saber a qué edad perdí la virginidad. Todo lo apuntan en un papel cuadriculado. Llamadas, decenas de llamadas. Gritos en árabe. El retrato oficial del Rey mira impasible la escena.
Uno de los policías explica que en Marruecos el periodismo se hace con permiso de la autoridad. Asegura que cada día, los reporteros locales deben solicitar autorización para cualquier cobertura. Cuando le pregunto si dan permiso para escribir sobre cosas que les puedan afectar como institución, cambia la cara, hace señal de negación, no responde. Son las tres de la madrugada.
Entran y salen del despacho con el pasaporte y el móvil. Cuando el reloj marca las cuatro regresan con la novedad de que el jefe del jefe del jefe… ha dicho que para poder hablar con los ciudadanos de Marrakech, es preciso tomar un autobús durante ocho horas hasta la capital, Rabat, e iniciar un largo y agotador proceso en el Ministerio de Información. “Usted no puede hacer nada en Marruecos, estaremos pendientes”, dice el único que chapucea inglés.
Otro oficial de nombre Izaf se ofrece a conducirme hasta el hotel. La carretera se vuelve eterna, ya se empiezan a ver rayos de sol. Al llegar estaciona y entra hasta la recepción, espera y antes de irse lanza una señal que tiene un solo sentido: con el dedo índice en el ojo derecho advierte que estarán vigilando.

“Marruecos es un país café con leche”
En su despacho de Madrid, el periodista de diario El País Xavier Valenzuela escucha esta experiencia y ríe al notar lo pecados en la cobertura. “No puedes llegar y delatarte como periodista”, dice en tono burlón, pero con razón, ha sido corresponsal en Rabat durante tres años, de 1988 a 1991.
Valenzuela no niega que el Reino de Marruecos sea un territorio hostil para la libertad de prensa, pero destaca que hay que juzgarlo en su contexto. “Para ser un país musulmán del norte de África no está mal. No es comparable con el Irak de Sadam Hussein, donde si te pillaban te llevaban preso y te acusaban de espía”.
Asegura que las restricciones para la prensa extranjera son más burocráticas que tiránicas. Como quien agradece algún favor elemental dice: “por lo menos la vida del periodista no está en peligro”. “Es un país café con leche, semi tolerante semi controlador. Claro que está por debajo del estándar occidental, pero para su contexto no está mal. Yo le doy un 3,5 sobre 10 en cuanto a libertad de prensa.
Valenzuela reconoce que los periodistas locales son los que la tienen más “chunga”. Si se vulneran los límites del respeto a la monarquía y los de la “unidad de la patria” (esto último es en referencia al conflicto del Sahara occidental), la cosa se puede poner más difícil. Cierre de medios, cárcel, multas. Aun así, Valenzuela asegura que podría ser peor. “Por lo menos logras publicar, aunque luego te cierren el medio”.
Reporteros Sin Fronteras no ve la situación en Marruecos con el mismo positivismo. La organización ha denunciado que desde  1999 (cuando ascendió al poder el rey Mohamed VI) los periódicos marroquíes han sido condenados a pagar multas con un valor de 2 millones de euros y los periodistas a penas que suman cerca de 28 años de cárcel. La ONG asegura que “la justicia pone en marcha todo su arsenal para intimidar y asfixiar a la prensa independiente”. Esta organización ha pedido reformas al Rey, pero en Rabat solo hay oídos sordos. Según Valenzuela no las habrá. “El reinado de Mohamed VI está en decadencia”, sentencia.





lunes, 16 de agosto de 2010

Televisión: La Pelota de Playa


El director italiano Federico Fellini creó a Paparazzo y la prensa se ha encargado de crear un monstruo. El genio Fellini dio vida al personaje de un fotógrafo en la película La Dolce Vita que buscaba imágenes de los famosos. Pero la industria de la información ha dado vida a un Frankenstein, los reporteros gráficos de la prensa rosa.
Todos saben lo desagradables que pueden llegar a ser estos mosquitos –la palabra paparazzo quiere decir mosquito en el dialecto italiano del pueblo natal de Fellini-, pero también hay que reconocer que siempre estamos echando un ojo para ver con quién anda la última estrellada fugaz de la farándula. Si eso sucede en las redacciones de los llamados medios serios, hay que imaginar que pasa en las casas, cuando las vecinas se visitan para un café con lengua.
Pero lo preocupante es el contagio, la pandemia del morbo y de la superficialidad. Para eso no hay más vacuna conocida que volver la mirada a los principios de un periodismo de pies de plomo, de vista de águila, de curiosidad insatisfecha, de profesionalismo.
A montar guardia. Así como se veía a los fotógrafos esperar horas para captar la imagen de la diva semidesnuda acariciándose con el jardinero, ahora las manadas de camarógrafos esperan a los políticos. Todos quieren la misma imagen, todos quieren las mismas respuestas, todos quieren ser aplicados miembros de la escuelita de la declaración, del reporto lo que interesa a la fuente, del alfombrismo.
El pasado lunes fui asignado a recoger las declaraciones de un político del Partido Socialista de Madrid (Tomás Gómez). Llegó a las 09h00 y no quiso hablar. Perfecto, está en su derecho. Lo que me provocó convulsiones cerebrales fue que recibí como orden de importancia mundial que había que esperar en la puerta del edificio del partido hasta que el caballero salga. No me quejo de que haya que esperar bajo un sol de 36 grados en la Gran Vía de Madrid, el periodismo no es de cojines plumas de ganso. Lo triste era ver a todos los medios gráficos esperar ahí, a que un político de medio pelo se digne a bajar. Bajó, nueve horas después, no dijo nada, está en su derecho. La culpa es de la prensa, que se deja insultar, que permite que la utilicen. Al día siguiente estaban todos esperando al mismo individuo en otro punto, para captar la imagen vacía de fondo, llena de color, como una pelota de playa.
Y ya en la redacción, los noticieros llenos de aire. Cuando se pregunta, dicen que el periodismo de profundidad en televisión solo quedará en manos de los medios públicos (algo que me provocó un carcajada seguida de una profunda tristeza, al pensar en que el periodismo de profundidad quede como responsabilidad de los medios públicos de Ecuador, altavoces mamarrachos del poder). Esa idea es realista en España, donde escuché ese comentario y donde la televisión privada ha preferido salir a la calle a reportar cómo la gente compra las zapatillas de moda, como la gente dice “ufff, que calor que hace”.
¿La tele debe quedar para el entretenimiento? Dios nos libre, no nos dejen en manos del Pulpo Paul.

jueves, 5 de agosto de 2010

El Mundo: Una de sus perlas... olé

Cataluña, uno de los motores económicos de España y cuna de un independentismo muchas veces justificado, otras muchas politizado y algunas otras prostituido, ha prohibido, como todos saben, las corridas de toros. Bueno, no vamos a hablar de eso, no es la materia que nos ocupa y si en siglos España no ha resuelto sus diferencias internas, es absurdo, absurdísimo, pensar que en este blog lo lograremos.
Sin embargo, al día siguiente de la decisión del Parlamento Catalán, El Mundo, el segundo diario de España, sacaba a la calle esta portada.
Me permito hacer una breve explicación, por si alguno de los lectores que entra en este espacio -a veces por equivocación, otras por aburrimiento- no es español, como yo. La iniciativa fue iniciada por una supuesta lucha para evitar el sufrimiento de los animales, pero fue asumida como una herramienta política por los catalanes, más bien una revancha, por el rechazo del Tribunal Constitucional al Estatut de Catalunya, documento que buscaba más autonomía.
El Mundo, periódico de derecha (allegado al Partido Popular, tienda política que siempre las ve negras en esa zona de España) sacó al día siguiente la foto del presidente y vicepresidente de la Generalitat de Cataluña, el gobierno autónomo de esa región. No hacen falta más explicaciones. Aquí una portada para el recuerdo.

jueves, 29 de julio de 2010

Balazos injustificados que se justificarán


Aún hay reporteros de guerra, aún existen aquellos que driblan minas y que sienten cómo las balas silban junto a sus cámaras. Un oficio de Guerra Civil Española, de Segunda Guerra Mundial, de Vietnam, de los Balcanes, de El Salvador. Aún los hay.
Cada vez son menos, las guerras son más “controladas”. Obligan a la prensa a ver el conflicto desde un palco, lejos de la sangre, casi con una coca cola en la mano. Reporterismo de hotel. Ramón Lobo, veterano (por experimentado, no por viejo) corresponsal de El País, principalmente en conflictos africanos, relataba alguna vez cómo hay reporteros que no salen del hotel. El resultado son historias no historias, una mirada falsa de la tragedia humana.
Uno de los ejemplos, quizá el símbolo de la guerra de hotel, ha sido el conflicto en Irak. El hotel Palestina, con su paradójico nombre, era el cuartel general de la prensa mundial. Todos los sabían, insurgentes, militares iraquíes, pero sobre todo las fuerzas estadounidenses. Ahí estaba, en un piso de ese hotel, el 8 de abril de 2003, José Couso, camarógrafo de la cadena Tele Cinco, de España. Con su cámara en mano documentaba la toma de Bagdad, el inicio de una historia sin fin. Los soldados a bordo de un carro de combate de Estados Unidos abrieron fuego contra él, según ellos, porque la cámara parecía un fusil. Todos sabían que era un hotel de prensa, todos lo sabían.
Desde entonces sus amigos y familiares no han cesado en su afán de encontrar justicia en un conflicto injusto, entre una sed petrolera que quieren esconder. Pues hoy, el juez de la Audiencia Nacional de España Santiago Pedraz ha dado un paso histórico: ha pedido la búsqueda y captura de tres militares estadounidenses para extraditarlos a Madrid y juzgarlos. Pedraz incluso viajará en octubre y noviembre a Irak para recabar información y que el mundo pueda apuntar con el dedo a los asesinos en una guerra sin rendición de cuentas, sin inventario de cadáveres.
Puede parecer un castillo en el aire, un gesto de buena fe, difícil ver a los militares de la primera potencia mundial tras las rejas. Situaciones de guerra dirán, un muerto más alegarán.
Disparos. Cuando un reportero muere en un tiroteo de Kabul es una lágrima en el periodismo, pero un orgullo en las páginas históricas del oficio. Un camarógrafo muerto por culpa de “los buenos perversos” en un hotel de prensa es un asesinato, una tragedia. Un hombre menos que contará cómo otros sufren, como mueren, como roban, violan y mientan. Está todo en manos de la historia, hay que esperar que la historia no consuma esta historia.

La imagen es tomada de http://harmonicminor.com

lunes, 26 de julio de 2010

Reflexiones de Keller



Principales frases de Bill Keller, director del diario más influyente del mundo, el New York Times, recogidas de la entrevista que publicó diario El País el domingo 25 de julio de 2010. La entrevista fue realizada por Joseba Elola.

Pero para mí el gran atractivo del periodismo es el factor puzle: abordar un problema complicado y escribir para explicárselo a alguien.

Cuestionar los prejuicios y repensar la sabiduría convencional es un gran logro y por eso es tan importante lo que hacemos para una democracia; no sólo exponer las cosas horribles que ocurren detrás de puertas cerradas, sino también hacer que la gente use su maldito cerebro.

Hay una diferencia entre enlazar y robar. Creo que es preferible para todos llegar a un acuerdo y negociar una solución que les deje resumir nuestro material sin robarlo. Esto es el salvaje Oeste. ¿Quién va a ser el policía de la ciudad sin ley?"

No me gustaría que el destino de las noticias quedara enteramente en manos de la gente de Google. Eso sí, no respaldo la frase de Rupert Murdoch de que son esencialmente piratas y depredadores.

Las historias que la gente comparte son historias narrativas; y creo que cuanto mejores sean los dispositivos, más historias se podrán contar, el iPad no es el final, habrá mejores dispositivos para leer, más fáciles para el ojo, ilustraciones en colores maravillosos; creo que el periodismo narrativo tiene un futuro robusto.

Yo tiendo a ser optimista por naturaleza y creo que hay una demanda real de periodismo de investigación, del periodismo que pide cuentas a las instituciones poderosas, creo que siempre habrá un mercado para esto.

Estamos en esa frenética búsqueda de una solución mágica de negocio que respalde el periodismo.

Los periodistas se mueven bien en la incertidumbre, no sabemos cómo va acabar una guerra o qué político caerá y nuestro mundo está en un momento de gran incertidumbre.

Uno de los motivos por el que muchos medios fueron lentos al adaptarse a Internet fue porque se veían como una élite inalcanzable y les gustaba controlar el debate.

Los periódicos serán dinosaurios, pero los dinosaurios anduvieron por la Tierra durante millones de años.

Yo tengo esperanzas, no en torno a un objeto impreso, sino en torno al concepto de periodismo agresivo, independiente y de alta calidad.


BILL KELLER

61 años.
Dirige el diario y su web desde julio de 2003.
Ganó el Premio Pulitzer en su etapa de corresponsal en Moscú (1986-1991).

THE NEW YORK TIMES

El sitio web tiene 16,1 millones de usuarios únicos
Vende 951.063 ejemplares en papel, 1,4 millones en la edición dominical.
La plantilla es de 1.150 periodistas
Cerró el primer trimestre de 2010 con un beneficio neto de 9,54 millones de euros

miércoles, 21 de julio de 2010

Saltan obligados al rin político


En la entrega anterior escribí sobre la estrategia de los medios italianos para hacer frente a la ley mordaza que quería imponer don Silvio Berlusconi. Pues bien, esa estrategia de solidaridad gremial ha provocado que aquel líder populista y carismático dé un paso atrás. No han pasado ni dos semanas desde que Italia amaneció sin noticieros ni periódicos y ese país se dio cuenta, al parecer, de lo importante que es vivir en una sociedad de libre información.
Hoy el mundo ha amanecido con esa noticia, digna de tirar cohetes para quienes creemos en la libertad y en la democracia. Sin embargo, del otro lado del océano, nuestro inigualable comandante de la caricatura izquierdista latinoamericana, Hugo Chávez, viene con la noticia de que ha encontrado, de forma brillante para sus totalitarios fines, la forma de hacerse de Globovisión, el principal medio “opositor”.
No se entienda que soy un amigote de los oligarcas venezolanos, por favor manténgame lejos de ese costal, pero tampoco soy de los de boina roja que quieren hacerse de todos los canales de difusión de información.
Por favor, un poco de cordura, un poco de democracia. Los medios están para contar historias, retratar realidades. Sin embargo, los regímenes totalitarios arrinconan a los informadores y en ciertos momentos (no digo que sea el caso puntual de Globovisión) los obligan a ser actores políticos. Sin embargo, estoy convencido de que si los gobiernos estuvieran convencidos con las democracias, los medios no deberían asumir estos roles y así todos empujaríamos el mismo carro. Ojala llegue ese día…. por lo menos antes de que el populismo termine por apagar la luz de las habitaciones demócratas.
La ilustración que acompaña este texto fue tomada de: www.extremaduraprogresista.com

viernes, 9 de julio de 2010

Sin el diario en la calle




Recuerdo que antes de que yo deje Quito, hace seis meses, el Gobierno del señor Correa había dado una señal de entender en algo, pero de una manera muy difusa, el sentido real de la democracia. Había permitido que sus empleados en la Asamblea Nacional se abran al diálogo en relación a la creación de la Ley Mordaza. Hubo reuniones, fotos, estrechones de manos. Todo indicaba que la presión de los medios independientes había hecho efecto y la gente en las calles había empezado ha notarlo y ha entender la importancia de lo que estaba ocurriendo en los pasillos legislativos.
Bueno, hoy en día la cosa vuelve al inicio. Arrogancia y obstinación por sacar adelante una ley de silencio que permita gobernar sin críticas. Bueno, la sorpresa es nula, hubiera sido más extraño que ese gesto de leve democracia mostrado en diciembre pasado se hubiese concretado. Ahora Ecuador sigue el rumbo trazado por las dictaduras democráticas, tan famosas hoy en día.
Una situación similar se está produciendo en otro punto del mundo: Italia. El país europeo también está bajo una dictadura democrática, donde también gobierna un populista carismático, poco eficiente, y, también, bastante preponente y ególatra: Don Silvio Berlusconi, famoso por sus juergas, igual que algunos que conocemos por Ecuador.
El señor Berlusconi está empeñado en que el Parlamento apruebe una ley en la que se prohíbe la publicación de escuchas telefónicas. Por medio de ese mecanismo se han logrado destapar en ese país redes criminales y actividades raritas del propio primer ministro (fácil entender porque no es un entusiasmado de las escuchas).
La prensa en Ecuador, en su momento, ha reaccionado, incluso sacando portadas en blanco con mensajes comunes, en defensa de la libertad de expresión. Pero hoy, la prensa italiana no ha salido a la calle, las televisoras y radios no han emitido. Esta drástica medida me parece muy acertada. No salir a la calle es en realidad una forma de explicarle contundentemente al lector, televidente o radioescucha los verdaderos efectos de las mordazas de poder. Aquel jubilado que va a la esquina a comprar su periódico diario sentirá el efecto real de la represión antidemocrática de las casas de Gobierno.
En Ecuador veo improbable una medida similar. Aplaudo medidas comunes, como la de los mensajes comunes citada anteriormente, pero tengo por seguro que una medida tan drástica como la italiana sería casi imposible que se produzca en mi país. Si alguno decide no salir en protesta, el otro periódico tira el doble de ejemplares para posicionarse, hacer dinero. Ojala me equivoque.

Si alguien sabe italiano, aquí encuentran el editorial de hoy de La Repúbblica, uno de los diarios más importantes de Italia, donde se explica la medida.

lunes, 5 de julio de 2010

Periodista: lánzate a la tele


¿De qué color son los recovecos de la trama Gürtel (red de corrupción vinculada al Partido Popular de España)? ¿Quiénes están hasta el cuello en el caso Malaya (relajo de corruptela en la ciudad de Marbella, España, en el que está involucrada Isabel Pantoja)? ¿Cómo se llama el presidente de la Comunidad Autónoma de Extremadura?
Todas estas son preguntas de difícil respuesta para un periodista sudamericano, como uno, pero no imposibles.
Pues bueno, la vida en esta carrera te enseña que en cualquier momento hay que convertirse en un entendido (por lo menos en términos aceptables) en cualquier materia, sin miedo y a fondo. Quién sabe, quizá mañana haya que conocer los rincones de la política de Kirguizistán (que por cierto estrena gobierno con Rosa Otunbáyeva, la primera mujer que dirige un país del Asía central. Bien por ella, ojala se acaben las palizas étnicas).
Pues bueno, hoy toca nutrirse de otros hontanares informativos y a estar atento a las costuras de la política española, principalmente. Sentado en la redacción compartida entre CNN + y Cuatro (canal de señal abierta de España) veo ante mi un nuevo campo inexplorado, tanto temática como técnicamente. Periodista que ha crecido desde las guarderías del papel, hoy en TV, claro, en las guarderías de la TV, se convierte en hormiga del sistema de producción.
De toda lid periodística se sale fortalecido y la imagen es una batalla que se luchará con alegría. No hay conocimiento que sea digno de rechazo y peor aún cuando CNN te abre las puertas.
Está entendido que los periodistas no deben encerrarse en una madriguera y sentirse torpes cuando salen de su casa, como si un deportista se negase a participar en competiciones fuera de localidad, con su gente, en una cancha que tiene medida. El periodismo es un oficio de machete en mano y hay que introducirse sin miedo en cualquier selva. En esas junglas, mientras más se sepa, más probabilidades hay de triunfar. Viva la tele.

lunes, 24 de mayo de 2010

¿Andar de mentiroso o de politiquero?











En España el periodismo tiene un rol vital en el desarrollo de la sociedad y sobre todo representa una vía por la que el lector, navegante, escucha o televidente da rienda suelta a sus convicciones políticas, a sus ignorancias, pero también a su sentido del humor.

Algunos son monárquicos y en el kiosco piden el ABC, otros son de derecha y piden El Mundo y La Razón (los que piden El Mundo sienten atracción por los tonos amarillentos y los de La Razón por ‘Paquito’, el que tuvo a España en una dictadura durante gran parte del siglo XX). Otros compran El País, el de mayor distribución y el más respetado en el mundo de los diarios de habla hispana. En El País no tienen temor en decir que son de centro izquierda. Público, en cambio, nació y se convirtió en un nicho perfecto para los más rojitos.

Pero nadie se escandaliza, nadie pide que los medios sean puros y castos, sólo quieren que sean honestos y que digan de forma clara de qué bando juegan. Además, que sean profesionales. Eso en Ecuador representaría un escándalo, pues la gente piensa que los medios deben se vasos cristalinos sin tendencia. La mejor prensa mundial no lo es. A la final, en Ecuador, los medios siempre se ponen un poco rojos, verdes, amarillos, les aparecen números de partidos que luego se borran cuando los unos o los otros pasan de moda. Pero deben mantener silencio, aunque por sus enaguas transiten políticos y empresarios.

Creo que hay que ser un poco más honestos. Hay que decir “creo en esto”, pero no por aquello entregarme a los brazos de nadie. Si una tendencia me identifica, debo ser como periodista, como medio, aún más crítico con ella. No perdonarle sus errores, pero sobre todo, no participar con ella de sus festines, sur orgías, sus parrandas de poder.

Además, hay que saber reír. En España también hay quien desde la izquierda, abiertamente, se ríe del Mundo (planeta y diario) y de vez en cuando, lo que es muy seguido, le echa una jodidita a la derecha. Es El Jueves, en cambio una forma de ser gracioso desde la irreverencia política hecha revista. Eso creo por ahora, quién sabe si se me quite.

jueves, 29 de abril de 2010

Fama de balas

Sucede que había un periodista que quería ser periodista, pero cuando se enfrentó a su anhelo se dio de lleno contra de una pared de palabras, mañas y confusiones. Para ser periodista no solo basta serlo, sino vivirlo.
Al escuchar testimonios magníficos de coberturas en los confines del planeta, cruzando batallas talibanes, ríos africanos, la pregunta que se hace el periodista que no logra ser del todo periodista es: vaya mierda de periodista que soy.
Pocos son los elegidos para cursar los mares y convivir con tribus tribales. Habrá que esperar que un día alguien llegue y pregunte: ¿quieres ser lo que dices que eres? El asunto está en que uno tenga la valentía de decir que sí.

lunes, 19 de abril de 2010

Miércoles en la redacción

Comparto una caricatura sobre el boom del ipad y la realidad del periodismo puertas adentro. El dibujo es de Jesús Martínez del Vas, un joven artista madrileño.

jueves, 8 de abril de 2010

El editorial: Letras envenenadas y luces en el camino

El editorial supera el significado de la opinión, es un reflejo de la comunión entre el periódico y sus lectores. Es la evidencia de lo que anhelan en conjunto.
Si bien el público no tiene directa influencia en el texto nacido de la dirección, debe reflejar una visión global y compartida. Paul Greenberg, ganador del premio Pulitzer, en un artículo que explica las herramientas del editorial y su importancia (un texto útil pero marcado por la antigüedad, pues el equilibrio de poderes es diferente hoy en día y merecería unos párrafos al respecto), corrobora esa idea al decir que el editorial establece una relación entre el diario y la comunidad. Asegura que debe reflejar valores compartidos y elevarlos.
Esto adquiere sentido porque los diarios no sólo están hechos de paredes, ordenadores, periodistas, directores y dueños, pues su alma es la de aquellos personajes anónimos que cada día sacan 1,2 euros del bolsillo y compran una visión del mundo, una óptica compartida.
Pero no se debe limitar a decir lo que la audiencia cree, pues también tiene una función tan o más delicada: guiar a los lectores hacia la construcción de una opinión lúcida y productiva.
El editorial, al tener que cumplir con estas delicadas misiones, incluso de carácter pedagógico, no puede ser un texto frágil, sin rumbo fijo. Greenberg advierte que se deben evitar frases como “este es un tema tan serio que debe estudiarse”. Bien dicho, pero poco contundente. Si se escriben ideas tan endebles, es mejor buscar oficios endebles y opinar no es menester para débiles.
Es como la diferencia entre una gota de agua y una de veneno cristalino. El editorial debe generar debate, matar ideas como el tóxico más potente y dar vida a otras como el antídoto más eficaz. El editorial de agua se evapora en la mente de los lectores. Por eso Greenberg recomienda que se piense mucho, proceso a primera vista primario, pero que en realidad delimita la vida del editorial.
¿A quién va dirigido? Pues a la historia. No es un arma para defender intereses, es un cincel para esculpir mejores democracias.

sábado, 13 de marzo de 2010

Un poco de Bonil
















Espero que a Bonil no le moleste que difunda su obra... Gracias.

Definiciones de periodismo

Aquí un grupo de definiciones sobre el oficio que nos empapa...

Rodolfo Walsh en Operación masacre.

“Temblando y sudando, porque él tampoco es un héroe de película, sino simplemente un hombre que se anima y eso es más que un héroe de película” Al final de la Carta abierta de un escritor a la Junta Militar, que le costó la vida, escribe: “Sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles”.

George Orwell, Homenaje a Catalunya

“Cuando se es testigo de una catástrofe de esta magnitud –porque termine como termine, la guerra española se considerará una catástrofe terrible, al margen de las matanzas y el sufrimiento físico— no se ve uno abocado necesariamente a la desilusión y al escepticismo. Es curioso, pero después de las experiencias que he vivido no tengo menos sino más fe que antes en la honradez de los seres humanos. Y espero que lo que he contado no confunda demasiado a nadie. Creo que en estos temas nadie es ni puede ser del todo imparcial; es difícil estar seguro de nada, salvo de lo que se ha visto en persona, y consciente o inconscientemente todo el mundo escribe desde una posición. Por si no lo he dicho ya en páginas anteriores, lo diré ahora: tenga cuidado el lector con mi partidismo, con mis detalles erróneos y con la inevitable distorsión que nace del hecho de haber presenciado los acontecimientos desde un lado. Y tenga cuidado exactamente el mismo cuidado con las mismas cosas cuando lea otros libros sobre este periodo de la guerra civil española”.

Tucídides en La historia de la guerra del Peloponeso

“Con respecto a mi narración de estos eventos, he tomado como principio no escribir la primera historia que se cruce en mi camino y ni siquiera dejarme llevar por mis propios impresiones generales: o he estado presente en los acontecimientos que describo o los he escuchado a testigos cuyos informes he comprobado todo lo posible. Pero incluso así la verdad no fue fácil de descubrir: diferentes testigos proporcionan diferentes testimonios de los mismos acontecimientos, ya sea por parcialidad, ya sea porque la memoria es impercta”.

Definición de un veterano redactor jefe en Ausencia de malicia

“Los lunes son diferentes de los martes. No hay que mentir mucho y a veces atrapas al malo. Sé imprimir lo que es verdad”

Bill Keller en su conferencia ante The Guardian

“Hace un par de años, uno de mis colegas de nuestro periódico hermano, Boston Globe, encuestó a varios directores y reporteros de nuestra compañía para tratar de identificar lo que nos distingue como periodistas serios. Con el riesgo de parecer didáctico, les enumeraré algunos puntos.

Primero: creemos en un periodismo de la verificación más que en el de la aseveración. Esto quiere decir que valoramos mucho más la precisión que la velocidad o la sensación. Cuando contamos una noticia, nos fijamos bien si resiste el examen. Ahora bien, los periódicos están escritos y editados por humanos. Tenemos cosas malas. Durante siglos, la historia de nuestro oficio se ha visto empañada por episodios de partidismo, de credulidad y de ignorancia ciega por parte de las empresas periodísticas más importantes. (Mi propio periódico decidió pasar por alto el Holocausto mientras estaba ocurriendo). Así que hay un corolario a este primer principio: cuando lo hacemos mal, nos corregimos de la forma más rápida y correcta posible.

En el Times, estamos obsesionados con confesarnos a nuestros errores, desde los más insignificantes hasta los más graves. Los que conocen la penitencia, encuentran en el Times una fuente inagotable de diversión. Les ofrezco una rectificación digna de un coleccionista que se publicó hace unos años: “En el artículo publicado ayer sobre Ivana Trump y sus hábitos de compra había un error en el número de sujetadores que adquiere. Son dos docenas de color negro, dos docenas de color beige y dos docenas de color blanco, no dos millares de cada uno.”

En el otro extremo de la escala de culpabilidad, he tenido muy pocas ocasiones de escribir en el periódico mea culpas después de defraudar a nuestros lectores en temas mucho más importantes, incluidas varias informaciones de antes de la guerra de Irak que se deberían haber investigado más y haber sido más escépticas acerca de las supuestas armas de destrucción masiva. No es divertido meterse en la boca del león, pero es esencial para nuestra credibilidad, y no es algo que hagan todas las instituciones. Piensen en esto, todavía estamos esperando a que la Casa Blanca entone su mea culpa por esas esquivas armas de destrucción masiva.

En la segunda posición de mi lista de preceptos está lo siguiente: creemos en la transparencia. Esto quiere decir que pretendemos decirles cómo sabemos lo que sabemos, que pretendemos atribuir nuestra información lo más que podamos a fuentes con nombre propio y que cuando podemos nos basamos en pruebas documentadas. Cuando necesitamos proteger a nuestras fuentes, lo que es a menudo necesario para poder ofrecerles información que los poderosos no quieren que conozcan, deberíamos explicar por qué damos crédito a esa información y si la fuente tiene un interés personal en ella o no. Como solía decir mi profesor de Matemáticas, mostramos nuestro trabajo.

Tercero: somos agnósticos con el lugar a donde conduce una noticia; no nos metemos de lleno en una historia que tiene detrás una agenda o una noción preconcebida. Ni manipulamos ni escondemos hechos para fomentar una agenda. Nos esforzamos por preservar nuestra independencia de los intereses políticos y económicos, incluidos nuestros propios anunciantes. Ni trabajamos al servicio de ningún partido, ni de una industria, ni de siquiera un país. Cuando hay puntos de vista opuestos de una misma situación, tratamos de reflejarlos de la forma más clara y justa posible.

Quizá merece la pena detenerse un poco más en este punto, especialmente aquí, donde la prensa, como la de la mayor parte del mundo, ejerce el oficio de una manera menos objetiva. No estoy aquí para proclamar la superioridad moral del modelo estadounidense –Dios sabe que sobre eso ya hemos tenido demasiado- pero creo que nuestra manera de ejercer el periodismo tiene sus propias ventajas, sobre todo en un tiempo en el que nuestro país se está dejando llevar por prejuicios conflictivos.

Mi periódico, además de ser una fuente de noticias, es un foro para la experiencia y el debate público. Ofrecemos polémica en abundancia. Pero tratamos de reforzar la separación entre informar y ser partidario de algo. Incluso los lectores más refinados de The New York Times a menudo se sorprenden al saber que edito cada página del periódico menos las de opinión, donde los editorialistas y columnistas pueden hablar largo y tendido. No tengo nada que ver con los editoriales diarios. No puedo decir nada cuando el periódico decide respaldar a un candidato. Tom Friedman es un amigo, pero no trabaja para mí.

Mi pequeño reino, la redacción, está formado por 1.200 personas, entre periodistas y personal de todo tipo. Cada uno de ellas tiene su propia opinión sobre un montón de cosas. Pero igual que médicos y abogados, profesores y militares, jueces y policías tienen a veces que dejar a un lado sus creencias personales para desempeñar sus cometidos, así también lo hacen nuestros empleados. No se trata sólo de pretender ser neutral, aunque las apariencias importan. Tampoco se trata de dar el mismo peso a cada punto de vista, sin importar lo mucho que se diferencien. (Nuestros periodistas científicos no dan igual espacio al Creacionismo). Para nosotros, la imparcialidad es una útil disciplina intelectual. Creo que es más probable presentar una historia completa y con opiniones justas si tu objetivo no es reforzar un argumento, pero sí buscar la evidencia sin una predisposición, incluida la que puede contradecir tus propias creencias. En cuanto has proclamado una opinión, te sientes obligado a defenderla. Y esto crea una tentación humana natural a pasar por alto hechos inconvenientes, o, si tomo prestada una frase de la famosa nota de Downing Street, a ajustar los hechos a la política.

Mientras mi país se polariza cada vez más y se hace más cínico, los periodistas están presionados para que abandonen sus esfuerzos por ser imparciales, para que de forma abierta tomen partido y para que escriban acorde a lo establecido. Muchos de nuestros críticos insisten en que la objetividad pura es imposible, así que por qué intentarlo. Para mí es lo mismo que decir que porque gran parte del futuro de nuestros hijos está ya dispuesto por naturaleza, por genética, deberíamos abandonar la tarea de ser padres. El periodismo imparcial, como la crianza de los hijos, es una aspiración, pero una que merece la pena. Y, al contrario que con tus hijos, un periódico diario te da la oportunidad de empezar otra vez de nuevo al día siguiente, y entonces hacerlo bien.

Finalizo con mi pequeña lista de preceptos: no hacemos esto por afición sino como una carrera. Tanto si lo califican de oficio, o de profesión, incluso de ocupación, es algo que nos tomamos en serio y demandamos niveles de preparación y experiencia que esperamos que pasen de una generación a otra.

De forma breve, y para resumir esta pequeña vuelta alrededor de los protocolos del periodismo estadounidense, no es nuestra misión decirles a los lectores qué piensan o lo que se supone que deben pensar, sino ofrecerles de la mejor manera que podamos las bases para que se formen sus propias opiniones”

Bill Kovach y Tom Rosenstiel en Los elementos del periodismo

“1.- La primera obligación del periodista es con la verdad.

2.- Su primera lealtad es hacia los ciudadanos.

3.- Su esencia es la disciplina de la verificación.

4.- Aquellos que lo practican debe mantenerse independientes con respeto a aquellos que cubren.

5.- Debe servir como monitor independiente del poder.

6.- Debe proporcionar un foro para la crítica pública y el compromiso.

7.- Debe tener la ambición de convertir lo importante en relevante e interesante.

8.- Debe hacer que las noticias sean comprensibles y proporcionales.

9.- Aquellos que lo practican deben poder ejercer la libertad de conciencia”.

Timothy Garton Ash en Historia del presente.

“Al final, en mi opinión, la clave para poder fiarse no es todo ese aparato técnico de grabaciones audiovisuales, fuentes y comprobación de daos, por muy valioso que sea. Se trata de una cualidad que quizá pueda definirse, sobre todo, como veracidad. Nadie va a ser jamás totalmente exacto. Existe un margen de error inevitable y, por así decir, cierta licencia artística para que una realidad confusa y cacofónica se transforme en prosa legible. Pero el lector debe estar convencido de que un autor determinado suele ser exacto, que tiene la genuina intención de reunir todos los datos significativos y que no va a jugar con ellos para obtener un efecto literario. Debe sentir que al autor, aunque tal vez no tenga una grabación en vídeo de lo que describe, siempre le gustaría tenerla.

Homenaje a Cataluña, de George Orwell, es un modelo de ese tipo de veracidad. El libro es una obra literaria. Es inexacto en muchos detalles, entre otras razones porque sus cuadernos se los robaron los matones comunistas que fueron a detenerle por ser trotskista. No obstante no hay la menor duda, ni por un instante, de que está esforzándose para ser lo más exacto posible, para hallar la verdad objetiva que siempre debe separar las llanuras de la historias y el periodismo de las montañas mágicas de la ficción”.

Garton Ash cita además una frase maravillosa del novelista polaco Jerzy Kosinski: “Me interesa la verdad no los datos y soy lo bastante viejo como para conocer la diferencia”.

Ryszard Kapuscinski, aparte del tan citado título de su libro de entrevistas Los cínicos no sirven para este oficio, dio una definición magnífica en un artículo: “¿Cómo debería ser el individuo dedicado a la profesión periodística? Debería ser sabio, capacitarse ininterrumpidamente, debería tener sentido de la responsabilidad, debería respetar las normas de la ética, debería amar su trabajo. Pero también debería ser un hombre abierto a otros hombres, a otras razones y a otras culturas, tolerante y humanista. No debería haber sitio en los medios para las personas que los utilizaran para sembrar el odio y la hostilidad y para hacer propaganda”.

Edward Behr, Bearings. A foreign correspondent’s life behind the lines.

“La locura, la avaricia y la hipocresía me parecieron, desde una edad muy temprana, los hados que dominaban nuestro planeta y pocas cosas han ocurrido desde entonces que me hagan cambiar de idea. Me parecía fútil intentar luchar contra la injusticia desde un partido político o una ideología porque la locura, la avaricia y la hipocresía estaban en todas partes y especialmente en estas instituciones. El único recurso me pareció intentar analizar esas circunstancia y qué mejor forma de hacerlo que convirtiéndome en periodista.

Aunque rápidamente comprendí que la fórmula bajo la que trabajan los periodistas, ya sea en las ondas o en el papel, sólo me permitía alcanzar de forma imperfecta ese objetivo. A pesar de la voluntad de hierro de algunos reporteros de investigación, la mayoría del periodismo es mecánico. Por razones obvias, que incluyen la cambiante atención de los lectores y las necesidades económicas de los editores, aquello que se convierte en noticias es no siempre, de hecho no muy a menudo, aquello que merece ser escogido para ser publicado”.

Peter Kann, histórico director de la compañía Dow Jones, antiguo corresponsal de guerra, famoso por haber respondido a un cable de sus jefes que le ordenaban volver cuando se encontraba en pleno fregado: “Kann no ha sido localizado”

“Exactitud: realizar el esfuerzo máximo para hacerlo bien. Hecho por hecho por hecho.

Jugar limpio. Una mente abierta. Buscar diferentes puntos de vista, en la búsqueda de verdades.

Modestia. Tener un sentido de la satisfacción en trasladar informaciones útiles, más que en entretenimiento, cruzadas, ideólogos o inquisidores.

Decencia. Recordar que primero somos seres humanos y luego periodistas”.

“Creemos que los hechos son hechos y que se puede llegar a ellos a través de una búsqueda de información honesta, abierta y diligente. Creemos que se puede alcanzar la verdad, acumulando hecho tras hecho, como la construcción de una catedral. Las noticias no son sólo una cuestión de punto de vista. Y la verdad no está en los ojos del que escribe”.