Publicada en La Hora el 15 de noviembre de 2012
Un grupo de policías entra a una pequeña vivienda cerca del centro del pueblo. Es un pequeño recinto abandonado junto al mar. Los uniformados, vestidos de verde, con cascos y armados, rompen la puerta y empujan a una mujer que minutos antes freía tranquila unos pescados para almorzar.
Tras el estruendo que provoca la destrucción de la puerta, la mujer grita, los niños lloran. Los furiosos policías buscan al padre de familia. Lo encuentran en una habitación, mientras escribe afanoso sobre unos papeles.
Los guardianes preguntan si su nombre es Escribano. El asustado hombre dice que sí y pregunta qué es lo que está pasando. Lo toman de los brazos y lo sacan arrastrando.
Uno de los oficiales se seca el sudor, toma las hojas de papel donde escribía aquel hombre. El policía sonríe, lo encontraron. Se trataba de ‘Escribano’, el misterioso personaje que redactaba realidades que tenían al alcalde del pueblo con una úlcera. ‘Escribano’, el más buscado, el que había cometido el pecado de repartir hojas en las casas contando las cosas que estaban mal. El enemigo número uno de quien mandaba en el pueblo.
Mientras lo arrastran hacia la calle, su mujer desesperada pregunta a gritos por qué se lo llevan. Los más corpulentos agentes suben a ‘Escribano’ a un carro oficial, de una patada lo trepan en la parte de atrás. Quien dirige el operativo sonríe, se seca una vez más el sudor y escupe. Mira a la mujer y pide que calle a sus niños. Ella los lleva a un cuarto y les ruega silencio. Los pequeños no entienden, no saben por qué se llevan a papá.
La madre vuelve a la puerta donde aún la espera el sudoroso oficial. “¿Por qué se lo llevan?”, vuelve a preguntar llena de lágrimas. El uniformado la mira con cierto morbo: “Está acusado de afectar los derechos del poder y el alcalde le ha puesto un recurso de protección”.
El hombre sube a la parte delantera del vehículo, vuelve a escupir. El auto se marcha envuelto en una nube de polvo. Los niños salen y abrazan a su madre que llora desmoronada sobre la vereda. Escribano desaparece y con él, su verdad.
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