miércoles, 11 de diciembre de 2013

‘Stalkeo’ oficial


Publicada el jueves 12 de septiembre de 2013 en La Hora

Viendo el resumen de la pasada sabatina (ya saben, por masoquismo, aburrimiento o sincero interés) hubo un momento que me escandalizó. Me hizo preocuparme ‘por mi mismito’, una vez más.

El economista boy scout estaba en su tradicional insultadera y esta vez le tocó a un joven estudiante que está en Barcelona. Mientras casi lo acusaba de miembro de Los Choneros por una opinión publicada en la prensa local, vi cómo ahora el Gobierno se mete en tu Facebook para rastrear tus pasos. Al pelado ese le sacaron en cadena nacional las fotos de sus viajes académicos. Poco más y le ponían que “está en una relación complicada” y que le gustan las galletas oreo congeladas (esta última es información que parece ser de gran relevancia para algunos internautas).

Chuta -dije- y uno que anda poniendo cada cosa ahí pensando que es solo pa’ los panas, conocer chicas y ver qué hay de nuevo para el finde.

Por un lado pensé que aquellos que se pasan el día en Face tienen ya una nueva oportunidad de empleo. Podrían ir a la Secretaría de Comunicación o a la Inteligencia a estar dándole al Facebook buscando a quién se muchó el pasado sábado algún contumaz opositor sin moral o ver si le gusta ver comedias románticas con un milkshake, al más puro estilo del imperio.

Me puse a pensar qué nivel de seguridad tengo en mi perfil, quiénes que están ahí de “amigos” en realidad lo son, quiénes son los que tienen acceso a tus fotos familiares, a tus gustos, a tus pendejadas. Me preocupé.

Vi que gente se quejaba de eso en Twitter y por ahí alguna decía que la información de Facebook no es privada. ¿No es privada? Entonces pa’ que tiene que estar uno aceptando solicitudes de amistad. Yo no he aceptado a ningún mister Alvarado o Assange criollo con sueldo público, creo.

Me apresuré, entonces, a tratar de bloquear el acceso a mi cuenta lo más pronto posible, espero haberlo hecho bien.

Lo peor, siempre pensé que la principal amenaza era que tu novia se meta a leer tu Face y cache inocentes secretitos o que alguien te ‘stalkee’ (acose). Ahora resulta que también hay que cuidarse del Gobierno, los ‘stalkers’ profesionales. Uff… qué pereza.

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