miércoles, 11 de diciembre de 2013

El Chamo de la Tola



Publicada el jueves 5 de septiembre en La Hora

 Cuando tenía 16 años llegó a mis manos un casete que no volvió a salir de mi maltratado walkman por meses. Andaba alucinado por las letras y la buena onda de la música. Blues y rock n’ roll de izquierda. Tenía yo el pelo largo y muchas ilusiones. Era una cinta de Jaime Guevara. Original, por cierto. No recuerdo si la compré, me la regalaron o me la prestaron y nunca la devolví. Si la opción es la última, desde aquí me disculpo con el dueño original al que le quité el gusto de rockear con ‘El Chamo’.

El pasado domingo leí la noticia de que un ‘Señor Prohibicionista’ lo había llamado drogo alcoholizado. En ese momento dije caramba, no me lo creo. No es que me haya sorprendido que aquel caballero haya insultado, me sorprendería lo contrario. Lo que me sucedió fue que empecé a recordar una mañana hace creo que casi 8 años, cuando conocí personalmente a Jaime Guevara. Tuve el gusto de compartir una dilatada charla en su casa por fines periodísticos y humanos. A solas conversamos en una habitación atiborrada de libros. Se nos pasaron las horas hablando de rock, protesta social y sueños, muchos sueños. Ahí conocí su carácter abstemio, algo de lo que me enteré al proponerle compartir una cerveza, la cual planificaba comprar en la tienda de junto de su casa en el tradicional barrio de La Tola, en el centro de Quito. Me quedé con ganas de la biela, pero quedé saciado de buena onda.

Conocí también de los problemas de salud de ese remiso orgulloso y contestatario. Por eso lo admiraba, porque pese a aquellas complicaciones siempre le plantó la cara al poder, a los uniformes, a las injusticias. Ahora el ‘Señor Prohibicionista’ ha dicho que cometió un error, pero por culpa del ‘Chamo’, claro, qué más podemos esperar.

Todos estos recuerdos me llegaron el domingo, cuando leí lo de los insultos. De vacaciones ando recorriendo el país junto a unos compadres extranjeros. Estábamos en Guayaquil, ellos querían disfrutar de una cerveza ante una enternecedora caída de sol en Las Peñas. Les dijeron que no podían vendérsela, que era domingo. Ellos no lo entendieron y me preguntaron por qué. Una vez más vino a mi mente el ‘Señor Prohibicionista’.

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