sábado, 10 de septiembre de 2011

Chucky era Flash



 Mi columna del 8 de septiembre de 2011 en La Hora.

Chucky, qué terror. Para colmo, siete veces Chucky. Chucky Seven. El peritaje de El Universo al disco duro del juez Juan Paredes habría revelado que el usuario Chucky Seven redactó la sentencia que condenó al Diario a la conocida y modesta sanción económica a favor de Mashirafael. Sanción que el planeta conoce y que al planeta preocupa.

O sea que no habría sido ‘Flash’ Paredes quien en una noche estudió más de 5.000 hojas,  escribió 156 carillas de sentencia y así decidió el futuro de un periódico, su directivos y su exdirector de opinión. ¿Pero Chucky? Sí, todo parece que una fuerza diabólica de un muñeco hollywoodense ochentero  habría causado tanto revuelo.

La cosa va así para que se entienda: Un Alembert ayuda a Mashirafael a condenar a una bestia salvaje, pero resulta que Flash no fue quien sentenció, sino que fue Chucky. Qué lío de película, qué relajo tan surrealista, qué montos.

Mashirafael escribe en su cuenta de Twitter: “Chucky Seven asambleísta”, aprovechando el nombre de usuario para deslegitimar, a su puro estilo, la denuncia, pero no al estilo Hollywood, sino más bien al de las ‘pelis’ mexicanas de bajo presupuesto.



Pero si Chucky es un usuario, un seudónimo, entonces, ¿por qué es ilegítimo el peritaje? Mashirafael es otro seudónimo, un usuario. Pero ese es altivo y soberano. Más legítimo que él no hay.

Chucky anda suelto y lo primero que se debería hacer es proteger al edificio del triunvirato de la Judicatura, para que este muñeco sin escrúpulos no haga de las suyas con los documentos de la tambaleante justicia. Chucky quiere venganza y el que lo maneja, peor. En la película original, el muñeco es poseído por el asesino Charles Lee Ray, que busca vengar su muerte. En la versión criolla, aún no se sabe el alma de quién estaría manejando a esta marioneta para conseguir sus macabros fines.

Mejor sigamos comiendo canguil mientras se desarrolla este cine nacional, verdadera producción local. Cineastas, víctimas, superhéroes, teníamos todo en esta fanesca del séptimo arte. Solo nos faltaba un muñeco diabólico merodeando juzgados. Qué país. Devuelvan las entradas. 

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