Martín Caparrós: ‘Espero que el exilio no vuelva’
En la habitación del hotel de Quito en la que se hospedó, aún estaban sus cosas sin empacar. Faltaban pocos minutos para presentarse en el aeropuerto y volar a Argentina. En la cafetería se da un tiempo para charlar. La Cámara de Industrias lo invitó a la capital para hablar de la relación gobierno y prensa, una discusión muy de moda por estos parajes.
El escritor y periodista argentino Martín Caparrós pone sobre la mesa del cafetín un ejemplar de ‘El Gran Hermano’, el libro que habla de los contratos del hermano del Presidente. El tiempo para hablar es corto, se queman los minutos.
¿Cómo recuerda los años de 1979 a 1983?
Con cariño y sorpresa, fueron los años en los que decidí tratar de ser un escritor. Me hace gracia recordar la fuerza con la que quería serlo y ahora que se supone que lo soy, me parece algo tan menor.
Vivía en París
A París llegué en el 76 y en el 80 me fui a Madrid.
Un inicio literario en el exilio ¿Qué significa esa palabra?
(Caparrós abandonó su país ante las presiones de la dictadura de Jorge Videla). Es una gran palabra que me resistí a usar, me parecía presuntuosa, pero a la final tuve que aceptar que era el término que describía mi situación. Yo me fui de mi país por mi militancia política y no pude volver por años. De todas maneras, decir exilio es un modo elegante de decir fuga, uno se escapa.
Es una palabra con mucho significado para la historia del periodismo latinoamericano.
Algunos de los grandes pasaron mucho tiempo en el exilio. Pienso en Sarmiento (Domingo Faustino Sarmiento), el mejor escritor argentino del siglo XIX, y pienso en José Martí, el mejor escritor cubano de todos los tiempos. Ellos como tantos otros. Eso da cuenta del peso de esa cuestión en esa época, un peso que no se detuvo ahí. Hace poco era común ver a periodistas latinoamericanos exiliados. Ahora es mucho más infrecuente y espero que lo siga siendo.
En la región hay gobiernos cuya relación con la prensa no es la mejor, entre ellos este ¿Cree que el continente volverá a producir exilios?
Espero que no, pero hay que diferenciar los tipos de exilio. Hoy en día podrían darse los casos de quienes se van porque no consiguen llevar adelante su trabajo en buenas condiciones porque choca con censuras, ataques. Ese es un fenómeno grave, pero no es el caso del que teme por su vida. Ahí hay un salto cualitativo que creo no vamos a dar en los próximos años.
¿Qué lo garantiza?
Tengo confianza en que no sea necesario. Lo curioso de los choques de la prensa con el poder político en algunos países de América Latina es que ese poder político está legitimado, son gobiernos elegidos muchas veces. Hemos pensado que la libertad de expresión formaba parte inesperable de la democracia, pero estamos viendo que gobiernos muy democráticos parecen coartar esa libertad y plantear un modelo distinto. Probablemente ese origen democrático pueda llegar a convencerlos de que no pueden darse el lujo de empezar a producir exilios como en una dictadura.
El concepto de democracia se ha vuelto confuso.
Es verdad, es una discusión delicada, porque es indudable que la razón final de la democracia es los ciudadanos votando.
¿La urna lo justifica todo?
No, pero es muy difícil encontrar la manera de deslegitimar lo que hace un poder con tanta legitimidad. No digo que no haya que hacerlo. No creo que por ser votados se puede hacer cualquier cosa.
¿Si el exilio de hoy no fuese por vidas en peligro, puede ser por libertades en peligro?
Quiero creer que ningún gobierno sería lo suficientemente idiota como para someterse a la reprobación general que despertaría meter preso a un periodista por haber escrito algo, quiero creer que son más inteligentes que eso. Parece que eso no va a suceder, pero soy especialista en equivocarme.
¿Por qué los medios no dejan dormir a los que duermen en los palacios?
Creo que los que viven en los palacios duermen bastante bien y si no duermen será por otras razones. Pero está planteada una pelea con los medios por el control del relato, por la hegemonía sobre lo que se dice. Estos gobiernos tienen un discurso muy distinto de su acción real, un discurso que supone que hay un cambio en la población, pero en la vida real nada de eso sucede y por lo tanto el control del discurso es muy importante para mantener esa ficción.
Es un enemigo que le interesa al poder.
A algunos gobiernos les conviene construir en la prensa un enemigo que les sirve para construir identidad y cohesión interna, para pelear por el control del relato, para hacer que cualquier hecho sea dudoso si es contado por los medios y les sirve porque sería más costoso si el enemigo fuera en serio poderoso. Los medios tienen relativo poder, pero infinitamente menos que las petroleras, por ejemplo.
Entonces, ¿la idea no sería cerrar la prensa independiente?
Me gustaría estar seguro. No lo estoy, porque los poderes son mucho menos racionales de lo que uno cree, se engolosinan y van más allá de lo que conviene. No hay garantía de que quieran mantener esa pelea.
¿Populismo?
Cuando era chico decir populista era un insulto, era sinónimo de demagogo. Ahora, en cambio, se ha transformado en una descripción positiva, se dicen a sí mismos populistas. Me sorprendió este giro y en un punto me entristeció, porque creí que después del fracaso de las políticas neoliberales en los 90 en América Latina, había espacio para movimientos que produjeran cambios interesantes, pero ese espacio fue ocupado por estos populismos personalistas que, a mi gusto, no han producido nada demasiado auspicioso.
¿Son un peligro?
Todo genera riesgo.
Su trayectoria
Periodista y escritor
Novelas
° Ansay o los infortunios de la gloria (1984)
° No velas a tus muertos (1986)
° El tercer cuerpo (1990)
° La noche anterior (1990)
° La Historia (1999)
° Un día en la vida de Dios (2001)
° Valfierno (2004, premio Planeta)
° A quien corresponda (2008)
Premios
° Rey de España 1992
° Beca Guggenheim 1993
° Premio Konex 2004
° Premio Planeta Argentina 2004
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