Columna publicada en La Hora el 3 de julio de 2011
Agriuras
A mí me han dicho que las obsesiones son malsanas, que causan gastritis y que es mejor dar una sonrisa a los enemigos. No es que yo los tenga, no no no, ni más faltaba. Ando por el mundo comiendo perdices, soy casi un ‘teletubi’. Lo digo por otros.
Pero resulta que la gastritis se ha convertido en pandemia. Sí señor, es ahora algo casi viral de espeluznante diseminación oficial. Es una enfermedad que se adquiere por decreto y que la diagnostican en hospitales móviles.
Hay que andar bravos, dicen. Obsesionarse con el mismo enemigo ayuda a no dejar de padecer este mal, que, al parecer, no es tan mal, porque mal no se está cuando con los bravos se anda. Pero ojo, ¡frunza el ceño!
Si se tiene un micrófono, ataque a un periodista, eso está de moda y será aceptado con fanfarrias en el club de los ‘quitarándeahi’. Al poco rato sentirá burbujear el abdomen con infinito amor. Ojo, niegue cualquier ‘alka seltzer’, pues si se le quitan las agriuras, se le cambia el genio y desentona, pues de mal genio andan todos, desde el nivel mayor. Siempre en estado febril, ajenos a la ‘milanta’ del diálogo.
Si anda así y, por su puesto, se obsesiona, el contacto con el mundo terrenal será esporádico y, por su puesto, nocivo. Por tal motivo, y si ha demostrado enfado del bueno, se le asignarán vehículos, policías, despachos, embajadas. Podrá cruzar la ciudad sin ver mortales, ni picos ni placas, peor choros y sicarios, esos ni existen ya en este nuevo mundo oficial. Felicidades, lo ha logrado.
A mí siempre me han dicho que no hay que andar amargado, que disfrute cada mañana, que tienda la mano al adversario, que salude en la calle y que, en fin, goce la vida y la democracia. Así que adiós a los autos, a los guardaespaldas, a los viajes y a los despachos. Así que hola a los choros, a los sicarios y a los insultos. A la final, estoy en la fila de los mortales.
levivanco@lahora.com.ec
TWITTER: @luisevivanco
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