Mi columna publicada el domingo 26 de junio en La Hora
Sí somos belgas
Bélgica es un país no país. Un país que por descabellado que suene tiene sus similitudes con el querido Ecuador. Bélgica tiene un rey, nosotros también. Lo único que une a los belgas es su selección nacional, a nosotros también. Bélgica lleva un año sin gobierno, nosotros cuatro de desgobierno. En fin, los belgas y los ecuatorianos somos primos hermanos y no nos habíamos enterado. Bruselas es la sede de la Unión Europea, nosotros de la Unasur.
Increíblemente y con el paso de los días nos vemos tan similares a ellos, que incluso se debería revisar la historia nacional para verificar, tras el peritaje de ley elaborado solo por miembros de la PJ que hayan superado el polígrafo, si este pedazo de Sudamérica no fue en realidad colonizado por la Corona belga. Talvez de ahí los ecuatorianos sacamos ese peculiar gustito por la cerveza. Los belgas son expertos en la elaboración de esa bebida y nosotros expertos en tomarla, de lunes a sábado, porque los domingos se nos quita lo belga por edicto real.
Las papas fritas son plato típico de Bélgica y aquí en nuestro palacio es un belga el que, con papitas, alimenta al rey. Si la gastronomía y las ‘bielas’ no unen a los pueblos, no sé qué entonces.
Al igual que el país del noroccidente de Europa, somos una nación de media tabla. Hacemos papeles decorosos en competiciones futbolísticas, pero nadie nos nombra cuando hay que hablar de glorias deportivas de los respectivos continentes.
En fin, no hay muchas diferencias entre Bruselas y Jipijapa. Si Brujas es la Venecia del norte, Cuenca es la ‘Atenas del Ecuador’ o Vinces es ‘París Chiquito’. El símbolo del palacio de Bruselas es un león, nosotros tenemos un león en palacio. Tal cual.
Entonces, es normal que nuestro rey envíe sus doblones para montar una sucursal en tierras belgas, si es casi nuestra sexta región. Entonces, lo mejor que podemos hacer es agilitar en el BIESS o en el Miduvi un préstamo o bono para que el rey de los belgas Alberto II se pueda poner una ‘mediaguita’ en Ciudad Victoria o en el Yasuní. Ojo por ojo.
En fin, el intercambio de reyes es un trueque y volver los ojos a nuevas formas de intercambio comercial con Europa es lo que está de moda.
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