martes, 14 de febrero de 2012

Buena vibra para el rey


Columna publicada el jueves 9 de febrero

Tiempos holísticos de justicia esotérica. Gurús, espiritistas, juezas que definen sentencias con el cuy en la mano. Una espada del augurio para ver más allá de lo evidente, para conocer realidades espirituales sin la necesidad de pruebas reales. Merlines alquilados que buscan con sus pócimas jurídicas contentar al rey. 

 El chacra de la democracia está contaminado por estas sentencias de mala vibra. Una jueza sanciona a dos juglares de buena estampa y los quiere obligar a pagar ridículas sumas de doblones que irán directamente al bolsillo real. Juglares de clase media, cuyo pecado metafísico fue andar por la aldea contando las verdades.

No recordamos que en la consulta popular se haya preguntado si los ecuatorianos queremos que los juzgados sean manejados por Walter Mercado. Quizá no leímos con dedicación la letra pequeña de los anexos y ahí a lo mejor decía que la ‘Guga’ Ayala sería la encargada de la restructuración. Que dentro del cambio de infraestructura judicial se incluirían computadoras, paquetes de inciensos, cartas de tarot, escritorios, un huevo, tomos digitales del Código Civil y un buen atado de ortiga.

Todo lo ‘new age’ está de moda, la revolución es súper buena onda. ¡Caray! Solo nos falta tener en Senplades al Pulpo Paúl y en la presidencia de la Corte a una pitonisa trasnochada. Según el criterio jurídico extrasensorial de cierta jueza, el dolor se prueba solo con decir que se lo tiene. Esto recuerda los días cuando íbamos al médico  fingiendo una apendicitis sin remedio, un retorcijón volcánico de tripas podridas. “Ay, qué dolor”, “mándame a la casa doc”. El hombre de mandil no se tragaba el cuento, pedía pruebas y al minuto estábamos de nuevo en el pupitre.  En la justicia revolucionaria puede ser cuento que no importa. La doctora le habrá abierto la ‘portilla’ al afectado ciudadano y le habrá recetado tomar un melón en la mañana y otro en la noche, en total serán dos melones. Machacar bien en un mortero la democracia y cuando se sienta bien, pedir a don Alexis un consejo: un buen restaurante para celebrar con los jueces.

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