Columna publicada el jueves 27 de octubre de 2011 en La Hora
La ‘selección’ se metió un autogol con estadio lleno. Vaya error garrafal de nuestro defensa estrella ‘Ricardo’. A la cita en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), el Gobierno llevó a las estrellas, a los zagueros de cuchillo en los dientes. Canciller, Ministra de Justicia, Procurador, asambleísta. No se vio, sin embargo, a un polémico convocado, ¿se habrá quedado en el camino? Estaba previsto que el presidente de la Corte Constitucional acompañase la ‘Tri’, pese a que es miembro de una posible terna arbitral que pitará el partido final de El Universo. En fin, se vio al ‘equipo de todos’ tratando de explicar por qué en Ecuador la libertad de expresión es un recuerdo.
Del otro lado del campo estaba un equipo humilde, atletas de la opinión pública que no cuentan ni de lejos con todo el presupuesto del equipo que viste de verde. Cuando el ‘team’ de los amigos de Ricardo se presentÓ en el campo, vaya, intimidaban. Pero los partidos se los gana en la cancha.
No le sirvieron las gambetas, los ‘driblings’, las caderas de oro de ‘Ricardo’. Ante la propuesta del sencillo equipo compuesto por Fundamedios, Juan Carlos Calderón, Christian Zurita y Diego Cornejo, la ‘selección nacional’ no supo mantener sus filas. Tuvieron que desempolvar el informe de labores, apelando a la construcción de carreteras para tratar de desvirtuar las denuncias de agresiones a la libertad. A la final, esa estrategia terminó en autogol. La CIDH pidió que se la invite al complejo de la ‘selección’ para analizar en el lugar las cosas. No hubo respuesta en ese momento.
Al tratarse de una cancha internacional (el encuentro fue en Washington) había otros viendo el cotejo. Había que destacar, mostrar el buen fútbol nacional. Sin embargo, quedó claro que nuestra selección gana fuera del campo, en los tribunales de sospechosa amistad, en las cadenas sin refute, en su reducto imperial. La OEA, que en esta analogía viene a ser la FIFA, tiene en sus manos sancionar a la ‘Tri’ y darle oxígeno a una sociedad cuya libertad está asfixiada por el asedio oficial.
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