Publicado en La Hora el 31 de mayo de 2012
Gracias a Dios que el sábado juega la selección. Jodido que gane, ojalá. Ya verán que sí. Pero nos sirve para olvidarnos del show del rompeperiódicos. Por suerte, este sábado estarán las televisiones prendidas, pero esta vez para ver al equipo de todos, no la insultadera de mantenimiento. Una descarga de odios que seguro esta vez buscará decir que el robo de cinco millones de dólares en el Ministerio de Ambiente fue una maniobra orquestada por la CIA, que el escándalo del hijo de Alvarado es una tergiversación de la prensa. En fin, eso en segundo plano, más abajo aún en los sótanos del rating, porque este sábado: ¡arriba la selección!
Cambiaremos la potencia de sus insultos, por el poder de los goles. Las jugadas del Toño Valencia serán mil veces más importantes que las amenazas judiciales. Don Máximo Banguera logrará atajarnos el interminable penal de la depresión sabatina. ¡Carajo, cómo le quiero a mi selección!
Lo importante es hacerse de un buen grupo de panas, sentarse con un par de jabas de bielas y ver el cotejo con alegría. Pero como el Gobierno no pierde una, seguro nos inundarán de spots de Alvarado a cada rato. Pues bien, a aprovechar esos segundos para comentar con los amigos las gambetas, reírnos un poco del señor Messi. Este sábado, esta vez sí, todos a prender la tele.
El partido es complicado. Argentina no es pera en dulce, pero aprovechemos para ser felices un sábado frente al televisor.
Olvidémonos de los ciclopaseos de Patiño en tierras persas, de la amenaza del narco sobre nuestras cabezas. Por 90 minutos todos somos Ecuador. No importa si eres ‘bestia salvaje, momia coctelera, gorda horrorosa, perro hambriento, caretuco, esbirro del imperio’, todos somos la misma vaina y corremos juntos tras el balón.
Esta vez no solo el Pájaro Loco vencerá en las audiencias sabatinas de televisión, será la camiseta la que se lleve los laureles. ¡Qué lindo es el fútbol, caramba, nos alegra, nos entristece y nos ayuda a purgar el veneno de la revolución!
Ahora sí, a abastecerse de cervezas con moderación, comida, amigos, una camiseta y a volver a sentirnos todos ecuatorianos.
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