jueves, 14 de junio de 2012

Por viaje a Venus


Publicado en La Hora el 7 de junio de 2012

Bien suena en una canción de Sal y Mileto: “Por viaje a Venus vendo mis penas. Tres ancianos y diez bicicletas, solo al contado. Preguntad por el poeta nómada, del edificio canela...” Gran tema de la legendaria banda de rock.

Por viaje a Venus. Sí pues, el planeta pasó frente al Sol y nos hizo pensar qué hay más allá. Nos hace meditar en una quimérica forma de vender en tierra nuestras penas. Esas penas tan terrícolas, tan criollas, tan quiteñas que a veces nos parecen ahogar. Imposible purgar las depresiones en un Quito que ya no queremos, que nos asfixia con su tráfico y con sus malhumorados ciudadanos que sobreviven en una ciudad sin alcalde.
Vender las penas e irse a Venus. Lejos de este país de totalitarismos sin arrepentimientos, de esta aldea de sicarios, de este Ecuador amazónico desde siempre y hasta que podamos, que no logra liberarse de las cadenas del subdesarrollo. Qué ganas de armar maletas y largarse a Venus.
Sería un éxito del mercado que las penas puedan comerciarse en una bolsa de valores. Dejarlas en una caja de un banco cualquiera, recibir por ellas lo que bien paguen y zarpar al planeta vecino. Huir del calentamiento global, de la guerra de Afganistán, de la crisis de Europa y de este Quito, de este Quito que hemos dejado de querer. Dejar atrás esta ciudad donde un paseo por el parque es un viaje al terror. Terror al asalto, al asesinato, a la mala práctica administrativa.
Por un momento pudimos ver el paso de Venus por nuestra estrella. Los pequeños pudieron imaginar la galaxia, volver a soñar con cascos de astronauta y dejar a un lado, por un momento, su exploración cósmica al mando de un Play Station. Los adultos, pese al consabido polvo de los años, pudieron volver a pensar más allá de la atmósfera. Bienvenido, Venus, ¿no quieres llevarme contigo?
Pero al final de la tarde de este martes, el planeta pasó. No pudimos vender las penas y seguimos aquí, en este Quito que amábamos, otra vez esperando el bus con la billetera en el bolsillo del frente. No hay forma de salir, resulta que es mejor buscar cómo volver a hacer de este sitio, un hogar decente.

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