viernes, 2 de marzo de 2012

Nuesto peliculón





Columna publicada en La Hora el jueves 1 de marzo de 2012


La semana empezó con la premiación de los Óscar. Mucho glamour, millones de telespectadores, harto billete hollywoodense en implantes y desplantes. La industria en todo su esplendor.


Al parecer la fiesta del séptimo arte no terminó y los ecuatorianos la vivimos durante el resto de la semana. Una descarga magnífica de celuloide que culturizó nuestros ardientes corazones y nuestras mentes cada vez menos lúcidas por tanta peli barata. ¡Qué afortunados que somos!


Una semana histórica pues pudimos desempolvar aquella película que resultó ser la gran ganadora de la edición 73 de los Óscar en el año 2000, ‘Gladiador’. Sí, aquella en la que Russell Crowe ‘se sacaba la madre’ con su espada ante los ojos de un emperador, quien tenía la divina facultad de perdonar o condenar a cristianos y luchadores.


Volvió a nosotros como una lección histórica y recordamos cómo un dictador romano preguntaba a la muchedumbre descontrolada si era correcto perdonar a quien en la arena lo dejaba todo. Si la muchachada furibunda levantaba el pañuelo y lo agitaba, el caído se salvaba. El emperador de ojos claros ponía su pulgar hacia arriba. La gente aplaudía, si hubiese existido una falsa democracia participativa, incluso pedirían reelección. Buen largometraje y es mejor aún a la criolla.


Ganó como mejor película. Hubo gran inversión publicitaria, al parecer con el apoyo de un par de hermanos publicistas. Si hasta hubo en la ceremonia final traducciones simultáneas para todo el mundo, pantallas gigantes, gente con la boca abierta en todo lado. Mejor actor, claro, cómo no va a ganar. Si cree lo contrario, mejor busque ayuda en un país amigo y timbre la puerta de su delegación. Mejores efectos visuales. 
Pero, por supuesto. Huevos a los gladiadores, palazos con banderas verdes, hasta se echó mano de otras grandes superproducciones de terror del siglo pasado. Esa, la del muñeco diabólico.


En fin, qué lindo es el cine, pero es mejor aún si cuando vamos a la sala, sabemos leer entrelíneas. Ahí sí que todo adquiere sentido y los mensajes anclan en puerto.

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