lunes, 26 de marzo de 2012

Anafilaxia alvaradiana


La Hora 15 de marzo de 2012 

¡Pi, pi!, quitas la alarma al carro. ¡Run run!, lo enciendes. En contados segundos suena la radio y dale a la cantaleta. Que la revolución por aquí, que ‘El Universo’ por allá, que el 30-S por más acá, que de desestabilización indígena por ahí. Cuña para todo.

Entonces, a cambiar de radio a cada momento para evitar un shock anafiláctico, por consecuencia, como dicen los manuales médicos, “de una reacción alérgica exagerada”.

Pero ya no se sabe qué resulta más riesgoso, si andar cabeza abajo dándole al botón del radio para buscar cualquier música chicha, noticiero, programa farandulero, y así evitar la descarga de Alvarado, pero corriendo el riesgo de terminar en los bajos de un camión estacionado; o el mismo shock anafiláctico.

Esta reacción inmunológica del ser humano, peligrosísima por cierto, se da ante la ingesta de alimentos, medicamentos y de picaduras de insectos. Podría matar. Es que, claro. Te da un shock de tanto comerte..., de tanto sedarte para no escucharlo o por la picadura de un mensaje publicista hemorrágico.

Entonces escuchar un mensaje ‘carondeletiano’ cuando se está tras el volante se ha convertido en algo de vida o muerte, como he demostrado científicamente. Deberían por lo tanto, organizar con urgencia batidas policiales donde se utilice un aparato al que podríamos llamar ‘alvaradímetro’. “Sople aquí señor. Carambas, usted ha estado alvaradiando y ya no está en condiciones de conducir, caso contrario puede sufrir una anafilaxia o sufrir un accidente”. “Arreglemos”, para no perder la ecuatorianidad.

Millones de conductores estamos a merced de esta amenaza y buscamos al ‘Capi’ Zapata, hoy creo que ya Coronel, para iniciar con urgencia una campaña de ‘No más alvarados en las vías’. Por el bien de todos, piensen en los niños. Caso contrario, para evitar la reacción alérgica de quienes no hemos sido vacunados por los poderosos, tendremos que conducir cabizbajos, no por alguna tristeza que nos acongoje, sino por buscar una emisora dónde descansar en el dial. O ahora que lo pienso mejor: ¡Qué viva el Ipod!  

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