viernes, 6 de enero de 2012

Deprimente bola de cristal



Columna publicada el jueves 5 de enero de 2012 en La Hora

Inicia 2012. Llueve en Quito, deprime. El pico y placa es más caro y el tráfico sigue igual. El predial se dispara, pero la calle tiene el mismo bache, ese que ya interiorizamos y evadimos sin pensar. Es ya casi un miembro del barrio.

La botella plástica cuesta más. Matricular el auto viene con un nuevo impuesto verde impuesto por los verdes. No es cacofonía ni redundancia, es la pura verdad. Tabacos más costosos. Obligados a tomar licores apestosos, porque los buenos también subieron. 2012, el año para pagar.

Tributo, qué palabra más curiosa, en este Quito rendimos tributo, no solo los pagamos. Tributo a las vías olvidadas, a la contaminación multiplicada, a la inseguridad descontrolada, a la democracia pisoteada, al líder y a su vástago municipal.

Este año no se acaba el mundo, pero pensaremos que así será. Elecciones, maquinarias gigantescas, cuánta cadena nos espera. Qué pereza solo de pensar. Más tarima de la habitual, cuando con las que tenemos, ya sufrimos empacho electoral.  Más dosis de política, de insultos por supuesto, qué pereza, una vez más.

Se nos vienen las excusas: que el Aeropuerto no está listo, que el Metro se atrasó, que ya casi no hay hampones, que la patria ya es de todos, que no es un dictador. Palabras más, palabras menos. Lo de siempre. Más de lo mismo.

Por más calzones amarillos que nos hayamos puesto en fin de año, no importa cuántas uvas nos hayamos tragado, la cosa, perdón, el pesimismo, no parece mejorar. Aquellos que dieron la vuelta a la manzana con la maleta al hombro, se topan con que el pasaje aéreo le saldrá en un tanto  más. Si se les cumple el sueño de viajar, será en una cooperativa intercantonal. 

Hay temitas pendientes, para que este vaticinio no sea real, para morderme con alegría la lengua al ver que estaba equivocado. Terminar 2012 con un país amigable, seguro, tolerante, pujante, democrático. Esas palabras de brindis de año nuevo que nunca suelen estar de más, pero que el último día de diciembre  volvemos a declamar. Siempre pidiendo lo mismo, lo mismo que nunca superamos. Ojalá me equivoque y el Ecuador vuelva a respirar.

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