Mi tercera columna de opinión. Publicada en La Hora el 27 de marzo de 2011.
Pesadillas cargosas
“Cuando uno es grandote no hay que ser cargoso”. Los niños en las escuelas lo saben bien. El de un nivel superior no puede ir a cuenta de algo y arrebatarle toda la lonchera a uno más pequeño.
“Cuando uno es grandote no hay que ser cargoso”. Esta frase común en patios escolares hoy tiene un significado de Estado. El periodista de investigación Juan Carlos Calderón pronunció esta frase esta semana y tiene sus razones.
Calderón, junto al reportero Christian Zurita, enfrenta una demanda del presidente de la República por un supuesto daño moral. El pecado de los investigadores: demostrarle al país cómo el hermano mayor del Primer Mandatario andaba en tremendo festival de contratos con el Estado.
En la historia de este país de ‘cargosos’, queda ahora sentado un hecho histórico. El poder pide a dos trabajadores de la comunicación 10 millones de dólares por aquel “daño moral”, por un tremendo daño psicológico. Es fácil imaginar a Rafael Correa teniendo pesadillas por las noches, sueños macabros en los que aparecen el ‘cuco’ de los periodistas, el ‘cuco’ de la verdad. Sudores de madrugada, despertares a punta de gritos que retumban en Carondelet. Las palomas de la Plaza Grande cada noche alzan vuelo abruptamente, espantadas por el estruendo que provoca el terrorífico sueño. ¡Qué terror, pillaron a mi hermano, qué cargosos!
Resulta que el pecado, el crimen, es decir que el Presidente sabía de esta fiesta de la obra pública. Los autores juran que ese concepto salió de la boca de Fabricio. En Carondelet dicen que no.
Diez millones es una cifra inalcanzable, casi una burla a la realidad. Bueno, eso para la mayoría de mortales, pero quizá no para el Presidente, que exige por medio de la justicia 410 millones, en distintas demandas contra ciudadanos, entre ellos quienes trabajan en la prensa libre.
Mientras tanto, los funcionarios que firmaron los contratos duermen tranquilos, sin pesadillas. A nadie se le ha ocurrido que quizá ellos tienen algo de responsabilidad en la profunda herida en el alma presidencial, en el trauma de Rafael. Es que ellos no son sus enemigos, a ellos no les ha jurado venganza, con ellos no hay que cargarse, nunca se sabe cuándo habrá que reciclarlos.
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