Mi segunda columna de opinión, publicada el domingo 13 de marzo de 2011en Diario La Hora.
Nuestra estrella de rock
Cuando el presidente Rafael Correa visitó Madrid en octubre de 2010 para la cumbre UE–América Latina, el principal diario de España, diario ‘El País’, dedicó media página a nuestro excelentísimo Mandatario. Un gran honor al que no tuvo acceso ni siquiera Sebastián Piñera, que se estrenaba hace poco como presidente de un Chile devastado por un terremoto.
Sin embargo, ese texto poco hablaba de la condición de estadista de nuestro líder. Más bien resaltaba, como situación folclórica, la reunión que tuvo Correa con los hermanos emigrantes y donde fue recibido “como estrella de rock”, según anotaba la crónica. Esa presentación marcó la memoria de la prensa española y hay que preguntarse qué pensarían si lo vieran con guitarra en mano en cada gabinete itinerante donde interpreta, con su inconfundible tono, los más variados temas del pentagrama revolucionario.
En las redacciones de los medios madrileños, algunos cronistas con más memoria, recordaban incluso las épocas del ‘Loco que Ama’ y su ‘Rock de la Cárcel’. Es que Ecuador es un país de artistas.
No se puede criticar la reacción de los ecuatorianos, alejados de su tierra, enamorados del pasado y que ven llegar con ojos de ilusión a una figura que, gracias a una campaña de marketing sin precedentes, se convirtió en un híbrido entre el Che Guevara y Elvis Presley. Eso es entendible y a los emigrantes no hay nada que reprochar, más bien debe ser el Ecuador el que debe solicitar su perdón.
Lo singular es que en Ecuador el excelentísimo también es recibido como superestrella. No me refiero a los baños de popularidad en cualquier parroquia, sino a que resulta por lo menos sorprendente que cuando Correa llega a instituciones que en el papel figuran como independientes, sea recibido como si fuera el vocalista de los Rolling Stones. Llega a la Corte Constitucional y sus magistrados muestran a las cámaras sonrisas prominentes por la llegada del ‘jefe’.
Más escandaloso aún es cuando Correa arriba a su despacho electoral: el CNE. Los vocales se desviven por agradarlo, por salir en la foto junto al líder de la Revolución Ciudadana. Todo por agradar al que lleva la batuta, pues de independientes, nada. Sus puestos parecen depender del servilismo y, sobre todo, del inestable sentido del humor de nuestra insuperable estrella de rock. Una celebridad que en breve inicia su gira, un tour de éxitos del espectáculo: la consulta popular.
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