sábado, 13 de marzo de 2010

Definiciones de periodismo

Aquí un grupo de definiciones sobre el oficio que nos empapa...

Rodolfo Walsh en Operación masacre.

“Temblando y sudando, porque él tampoco es un héroe de película, sino simplemente un hombre que se anima y eso es más que un héroe de película” Al final de la Carta abierta de un escritor a la Junta Militar, que le costó la vida, escribe: “Sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles”.

George Orwell, Homenaje a Catalunya

“Cuando se es testigo de una catástrofe de esta magnitud –porque termine como termine, la guerra española se considerará una catástrofe terrible, al margen de las matanzas y el sufrimiento físico— no se ve uno abocado necesariamente a la desilusión y al escepticismo. Es curioso, pero después de las experiencias que he vivido no tengo menos sino más fe que antes en la honradez de los seres humanos. Y espero que lo que he contado no confunda demasiado a nadie. Creo que en estos temas nadie es ni puede ser del todo imparcial; es difícil estar seguro de nada, salvo de lo que se ha visto en persona, y consciente o inconscientemente todo el mundo escribe desde una posición. Por si no lo he dicho ya en páginas anteriores, lo diré ahora: tenga cuidado el lector con mi partidismo, con mis detalles erróneos y con la inevitable distorsión que nace del hecho de haber presenciado los acontecimientos desde un lado. Y tenga cuidado exactamente el mismo cuidado con las mismas cosas cuando lea otros libros sobre este periodo de la guerra civil española”.

Tucídides en La historia de la guerra del Peloponeso

“Con respecto a mi narración de estos eventos, he tomado como principio no escribir la primera historia que se cruce en mi camino y ni siquiera dejarme llevar por mis propios impresiones generales: o he estado presente en los acontecimientos que describo o los he escuchado a testigos cuyos informes he comprobado todo lo posible. Pero incluso así la verdad no fue fácil de descubrir: diferentes testigos proporcionan diferentes testimonios de los mismos acontecimientos, ya sea por parcialidad, ya sea porque la memoria es impercta”.

Definición de un veterano redactor jefe en Ausencia de malicia

“Los lunes son diferentes de los martes. No hay que mentir mucho y a veces atrapas al malo. Sé imprimir lo que es verdad”

Bill Keller en su conferencia ante The Guardian

“Hace un par de años, uno de mis colegas de nuestro periódico hermano, Boston Globe, encuestó a varios directores y reporteros de nuestra compañía para tratar de identificar lo que nos distingue como periodistas serios. Con el riesgo de parecer didáctico, les enumeraré algunos puntos.

Primero: creemos en un periodismo de la verificación más que en el de la aseveración. Esto quiere decir que valoramos mucho más la precisión que la velocidad o la sensación. Cuando contamos una noticia, nos fijamos bien si resiste el examen. Ahora bien, los periódicos están escritos y editados por humanos. Tenemos cosas malas. Durante siglos, la historia de nuestro oficio se ha visto empañada por episodios de partidismo, de credulidad y de ignorancia ciega por parte de las empresas periodísticas más importantes. (Mi propio periódico decidió pasar por alto el Holocausto mientras estaba ocurriendo). Así que hay un corolario a este primer principio: cuando lo hacemos mal, nos corregimos de la forma más rápida y correcta posible.

En el Times, estamos obsesionados con confesarnos a nuestros errores, desde los más insignificantes hasta los más graves. Los que conocen la penitencia, encuentran en el Times una fuente inagotable de diversión. Les ofrezco una rectificación digna de un coleccionista que se publicó hace unos años: “En el artículo publicado ayer sobre Ivana Trump y sus hábitos de compra había un error en el número de sujetadores que adquiere. Son dos docenas de color negro, dos docenas de color beige y dos docenas de color blanco, no dos millares de cada uno.”

En el otro extremo de la escala de culpabilidad, he tenido muy pocas ocasiones de escribir en el periódico mea culpas después de defraudar a nuestros lectores en temas mucho más importantes, incluidas varias informaciones de antes de la guerra de Irak que se deberían haber investigado más y haber sido más escépticas acerca de las supuestas armas de destrucción masiva. No es divertido meterse en la boca del león, pero es esencial para nuestra credibilidad, y no es algo que hagan todas las instituciones. Piensen en esto, todavía estamos esperando a que la Casa Blanca entone su mea culpa por esas esquivas armas de destrucción masiva.

En la segunda posición de mi lista de preceptos está lo siguiente: creemos en la transparencia. Esto quiere decir que pretendemos decirles cómo sabemos lo que sabemos, que pretendemos atribuir nuestra información lo más que podamos a fuentes con nombre propio y que cuando podemos nos basamos en pruebas documentadas. Cuando necesitamos proteger a nuestras fuentes, lo que es a menudo necesario para poder ofrecerles información que los poderosos no quieren que conozcan, deberíamos explicar por qué damos crédito a esa información y si la fuente tiene un interés personal en ella o no. Como solía decir mi profesor de Matemáticas, mostramos nuestro trabajo.

Tercero: somos agnósticos con el lugar a donde conduce una noticia; no nos metemos de lleno en una historia que tiene detrás una agenda o una noción preconcebida. Ni manipulamos ni escondemos hechos para fomentar una agenda. Nos esforzamos por preservar nuestra independencia de los intereses políticos y económicos, incluidos nuestros propios anunciantes. Ni trabajamos al servicio de ningún partido, ni de una industria, ni de siquiera un país. Cuando hay puntos de vista opuestos de una misma situación, tratamos de reflejarlos de la forma más clara y justa posible.

Quizá merece la pena detenerse un poco más en este punto, especialmente aquí, donde la prensa, como la de la mayor parte del mundo, ejerce el oficio de una manera menos objetiva. No estoy aquí para proclamar la superioridad moral del modelo estadounidense –Dios sabe que sobre eso ya hemos tenido demasiado- pero creo que nuestra manera de ejercer el periodismo tiene sus propias ventajas, sobre todo en un tiempo en el que nuestro país se está dejando llevar por prejuicios conflictivos.

Mi periódico, además de ser una fuente de noticias, es un foro para la experiencia y el debate público. Ofrecemos polémica en abundancia. Pero tratamos de reforzar la separación entre informar y ser partidario de algo. Incluso los lectores más refinados de The New York Times a menudo se sorprenden al saber que edito cada página del periódico menos las de opinión, donde los editorialistas y columnistas pueden hablar largo y tendido. No tengo nada que ver con los editoriales diarios. No puedo decir nada cuando el periódico decide respaldar a un candidato. Tom Friedman es un amigo, pero no trabaja para mí.

Mi pequeño reino, la redacción, está formado por 1.200 personas, entre periodistas y personal de todo tipo. Cada uno de ellas tiene su propia opinión sobre un montón de cosas. Pero igual que médicos y abogados, profesores y militares, jueces y policías tienen a veces que dejar a un lado sus creencias personales para desempeñar sus cometidos, así también lo hacen nuestros empleados. No se trata sólo de pretender ser neutral, aunque las apariencias importan. Tampoco se trata de dar el mismo peso a cada punto de vista, sin importar lo mucho que se diferencien. (Nuestros periodistas científicos no dan igual espacio al Creacionismo). Para nosotros, la imparcialidad es una útil disciplina intelectual. Creo que es más probable presentar una historia completa y con opiniones justas si tu objetivo no es reforzar un argumento, pero sí buscar la evidencia sin una predisposición, incluida la que puede contradecir tus propias creencias. En cuanto has proclamado una opinión, te sientes obligado a defenderla. Y esto crea una tentación humana natural a pasar por alto hechos inconvenientes, o, si tomo prestada una frase de la famosa nota de Downing Street, a ajustar los hechos a la política.

Mientras mi país se polariza cada vez más y se hace más cínico, los periodistas están presionados para que abandonen sus esfuerzos por ser imparciales, para que de forma abierta tomen partido y para que escriban acorde a lo establecido. Muchos de nuestros críticos insisten en que la objetividad pura es imposible, así que por qué intentarlo. Para mí es lo mismo que decir que porque gran parte del futuro de nuestros hijos está ya dispuesto por naturaleza, por genética, deberíamos abandonar la tarea de ser padres. El periodismo imparcial, como la crianza de los hijos, es una aspiración, pero una que merece la pena. Y, al contrario que con tus hijos, un periódico diario te da la oportunidad de empezar otra vez de nuevo al día siguiente, y entonces hacerlo bien.

Finalizo con mi pequeña lista de preceptos: no hacemos esto por afición sino como una carrera. Tanto si lo califican de oficio, o de profesión, incluso de ocupación, es algo que nos tomamos en serio y demandamos niveles de preparación y experiencia que esperamos que pasen de una generación a otra.

De forma breve, y para resumir esta pequeña vuelta alrededor de los protocolos del periodismo estadounidense, no es nuestra misión decirles a los lectores qué piensan o lo que se supone que deben pensar, sino ofrecerles de la mejor manera que podamos las bases para que se formen sus propias opiniones”

Bill Kovach y Tom Rosenstiel en Los elementos del periodismo

“1.- La primera obligación del periodista es con la verdad.

2.- Su primera lealtad es hacia los ciudadanos.

3.- Su esencia es la disciplina de la verificación.

4.- Aquellos que lo practican debe mantenerse independientes con respeto a aquellos que cubren.

5.- Debe servir como monitor independiente del poder.

6.- Debe proporcionar un foro para la crítica pública y el compromiso.

7.- Debe tener la ambición de convertir lo importante en relevante e interesante.

8.- Debe hacer que las noticias sean comprensibles y proporcionales.

9.- Aquellos que lo practican deben poder ejercer la libertad de conciencia”.

Timothy Garton Ash en Historia del presente.

“Al final, en mi opinión, la clave para poder fiarse no es todo ese aparato técnico de grabaciones audiovisuales, fuentes y comprobación de daos, por muy valioso que sea. Se trata de una cualidad que quizá pueda definirse, sobre todo, como veracidad. Nadie va a ser jamás totalmente exacto. Existe un margen de error inevitable y, por así decir, cierta licencia artística para que una realidad confusa y cacofónica se transforme en prosa legible. Pero el lector debe estar convencido de que un autor determinado suele ser exacto, que tiene la genuina intención de reunir todos los datos significativos y que no va a jugar con ellos para obtener un efecto literario. Debe sentir que al autor, aunque tal vez no tenga una grabación en vídeo de lo que describe, siempre le gustaría tenerla.

Homenaje a Cataluña, de George Orwell, es un modelo de ese tipo de veracidad. El libro es una obra literaria. Es inexacto en muchos detalles, entre otras razones porque sus cuadernos se los robaron los matones comunistas que fueron a detenerle por ser trotskista. No obstante no hay la menor duda, ni por un instante, de que está esforzándose para ser lo más exacto posible, para hallar la verdad objetiva que siempre debe separar las llanuras de la historias y el periodismo de las montañas mágicas de la ficción”.

Garton Ash cita además una frase maravillosa del novelista polaco Jerzy Kosinski: “Me interesa la verdad no los datos y soy lo bastante viejo como para conocer la diferencia”.

Ryszard Kapuscinski, aparte del tan citado título de su libro de entrevistas Los cínicos no sirven para este oficio, dio una definición magnífica en un artículo: “¿Cómo debería ser el individuo dedicado a la profesión periodística? Debería ser sabio, capacitarse ininterrumpidamente, debería tener sentido de la responsabilidad, debería respetar las normas de la ética, debería amar su trabajo. Pero también debería ser un hombre abierto a otros hombres, a otras razones y a otras culturas, tolerante y humanista. No debería haber sitio en los medios para las personas que los utilizaran para sembrar el odio y la hostilidad y para hacer propaganda”.

Edward Behr, Bearings. A foreign correspondent’s life behind the lines.

“La locura, la avaricia y la hipocresía me parecieron, desde una edad muy temprana, los hados que dominaban nuestro planeta y pocas cosas han ocurrido desde entonces que me hagan cambiar de idea. Me parecía fútil intentar luchar contra la injusticia desde un partido político o una ideología porque la locura, la avaricia y la hipocresía estaban en todas partes y especialmente en estas instituciones. El único recurso me pareció intentar analizar esas circunstancia y qué mejor forma de hacerlo que convirtiéndome en periodista.

Aunque rápidamente comprendí que la fórmula bajo la que trabajan los periodistas, ya sea en las ondas o en el papel, sólo me permitía alcanzar de forma imperfecta ese objetivo. A pesar de la voluntad de hierro de algunos reporteros de investigación, la mayoría del periodismo es mecánico. Por razones obvias, que incluyen la cambiante atención de los lectores y las necesidades económicas de los editores, aquello que se convierte en noticias es no siempre, de hecho no muy a menudo, aquello que merece ser escogido para ser publicado”.

Peter Kann, histórico director de la compañía Dow Jones, antiguo corresponsal de guerra, famoso por haber respondido a un cable de sus jefes que le ordenaban volver cuando se encontraba en pleno fregado: “Kann no ha sido localizado”

“Exactitud: realizar el esfuerzo máximo para hacerlo bien. Hecho por hecho por hecho.

Jugar limpio. Una mente abierta. Buscar diferentes puntos de vista, en la búsqueda de verdades.

Modestia. Tener un sentido de la satisfacción en trasladar informaciones útiles, más que en entretenimiento, cruzadas, ideólogos o inquisidores.

Decencia. Recordar que primero somos seres humanos y luego periodistas”.

“Creemos que los hechos son hechos y que se puede llegar a ellos a través de una búsqueda de información honesta, abierta y diligente. Creemos que se puede alcanzar la verdad, acumulando hecho tras hecho, como la construcción de una catedral. Las noticias no son sólo una cuestión de punto de vista. Y la verdad no está en los ojos del que escribe”.

1 comentario:

José Cuadra Verdejo dijo...

hola muy buen artículo. de hecho parte de él lo estoy husando para mi tesis. Una duda eso sí: la frase de Jerzy Kosinski, ¿de qué libro es?

Saludos