La podredumbre del poder apuñala por dentro a las naciones, las empobrece, las enferma, pero ese olor putrefacto muchas veces no es percibido por la ciudadanía, quienes ignorantes de lo que se cocina en el Estado, caminan por la vida preguntándose por qué su país no progresa.
El periodismo tiene la misión impostergable de desnudar al poder y revelar ante la opinión pública la realidad, los calzoncillos enmohecidos y deshilachados de las naciones.
Sin embargo, el Estado se revuelca feliz en su lodo, ocultándolo todo, limitando el acceso de los periodistas a documentos, huyendo de las entrevistas, intentando comprar a los reporteros para continuar en la autopista que conduce indefectiblemente al desastre, el hambre y la corrupción.
No es extraño que cuando un periodista investigador percibe un poco de ese olor putrefacto y quiere averiguar qué lo produce, la maquinaria estatal funcione para que triunfe el silencio y poner trabas a ese comunicador.
Pero hay que reconocer que en el caso de Ecuador, las cosas estaban peores. En el 2004 se publicó en el Registro Oficial la Ley de Transparencia y Libre Acceso a la Información Pública (Lotaip), la cual mejora las condiciones de trabajo de los investigadores. Sin embargo, una cosa es el papel y otra la práctica. Los funcionarios saben que rompen las normas jurídicas si esconden información, pero la decencia y la honestidad en muchos de ellos son características ausentes de sus diccionarios de vida, por lo que romper una ley más les trae sin el menor cuidado.
En realidad la transparencia de papel está vigente en Ecuador desde 1998, cuando se redactó la Constitución actual, la cual reza en su artículo 81: “El Estado garantizará el derecho a acceder a fuentes de información; a buscar, recibir, conocer y difundir información objetiva, veraz, plural, oportuna y sin censura previa, de los acontecimientos de interés general que preserve los valores de la comunidad, especialmente por parte de periodistas y comunicadores sociales. (...)
No existirá reserva respecto de informaciones que reposen en los archivos públicos, excepto de los documentos para los que tal reserva sea exigida por razones de defensa nacional y por otras causas expresamente establecidas en la ley. (...)”.
Linda ley, pero tan alejada de la realidad. En el país, los procesos de investigación necesitan de otras vías para alimentarse de información. Como el funcionario es capaz de comerse literalmente el documento para que no salga a la luz, hay que acudir a otras fuentes interesadas que filtren ese documento.
Ecuador no es un país de trayectoria investigativa, más bien es una nación de periodismo callado, sumiso, de trabajo fácil. Por esta razón, los funcionarios tampoco se ven presionados por la prensa, la cual a su vez está presionada por una comunidad que exige que se le diga la verdad, que necesita vivir en un país transparente.
En internet
La Lotaip exige que las instituciones públicas presenten información interna en portales de internet. Esa disposición ha sido cumplida por la mayoría, pero son una burla a la inteligencia humana y a la ley. La actualización de los datos es un milagro en esas páginas y sólo se exhibe lo que interesa al poder y no lo comprometa.
Cuando los reporteros novatos acuden a esas dependencias a pedir documentos, son devueltos a las salas de redacción con un “está en internet”, mentiras escandalosamente falsas, todo para trabar la información e impedir que la verdad salga a la luz.
Nueva forma de gobierno
En la ciudad de Quito, en los últimos ocho años, se ha generado una nueva forma de gobierno que trunca el acceso a la información. El Municipio de Quito ha creado varias fundaciones, corporaciones y empresas que a pesar de tener más del 98 por ciento del paquete accionario estatal, son de figura privada, lo que dificulta el conocimiento de la realidad.
Estos son brazos del Cabildo que manejan gran cantidad de dinero de la ciudadanía, algunas llegan a tener presupuesto de 150 millones de dólares al año, pero al momento de solicitar información, se escudan en su calidad “privada” para esconderse de la prensa y la verdad pública. Lo único que tienen de privadas es que privan a la gente de saber qué se hace con su dinero.
Entrevistas del miedo
A los funcionarios públicos les encanta salir en televisión, portadas, programas matutinos de radio, pero ese vicio mediático es sólo cuando las cosas son bellas y no hay peligro de revelaciones a la vista.
La prensa mediocre ayuda a que eso se produzca y sirven de vitrinas para que el mentiroso salga como redentor de un país, siendo el que en realidad roba e irrespeta a diario. Los entrevistadores no preguntan más allá de la zona de confort del funcionario, muchas veces comprometidos, comprados o interesados en que esa institución paute en su medio, que es una compra indirecta.
Además, los periodistas asisten a las entrevistas sin tener idea de lo que sucede, sin haber hecho un trabajo de investigación previo, poder poner frente al funcionario en horario de triple A de televisión, un documento revelador que lo identifica como el lastre estatal.
Típico miedo al extranjero
Como se dijo anteriormente, a los funcionarios y políticos les encanta las cámaras y los micrófonos, pero cuando la cosa es seria y las preguntas son fuertes prefieren evitar al reportero.
Sin embargo, algo curioso que sucede en Ecuador, es que el acceso a la información es más fácil si se es un reportero que representa a un medio extranjero. Ahí las puertas se abren no con mayor facilidad sino con un poco menos de dificultad. Al parecer, en Ecuador el miedo a la vergüenza internacional es menor que a la nacional.
Un camino incierto
Si bien hay periodistas infiltrados en un prensa mediocre que quieren romper esa tara desde adentro, el trabajo va a ser muy difícil. Es normal y lo peor de todo, no causa alarma, ver a reporteros que ni siquiera conocen la existencia de la Lotaip. Si no la conocen ¿cómo van a aplicarla? La respuesta es oscura, pues si así salen de las universidades, el futuro del periodismo nacional y del país es escalofriante. Periodistas ignorantes de los mecanismo legales y temerosos de revelar verdades, y el poder cómodo y ladrón como siempre.
Quienes tienen la oportunidad de ser jefes líderes en las salas de redacción deben empujar a sus subalternos a ser más incisivos, conocer la ley y pelear porque se cumpla.
La frase “viva la libertad de prensa” es embanderaba por muchos, pero pocos hacen lo que deben hacer para que se cumpla. ¿Para qué quieren libertad si no la aplican?
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