viernes, 13 de marzo de 2009

Los intocables





Carajo, me como mier… Cuando se da la Jura de la Bandera para celebrar la victoria en la batalla de Tarqui, la cual permitió que Guayaquil sea de Ecuador y no de Perú, hay sentir patriotismo.
Todos los medios sacan la típica nota aburrida, al punto que parecería que la reciclan todos los años.
En mi afán de presentar al lector algo diferente, hice una crónica de la ceremonia en una escuela pobre y otra rica. En la de gente humilde había total respeto por la fecha, mientras que en la otra no les importaba un comino, no se arrodillaban para besar la bandera y mataban el tiempo con sus ipods.
En reunión de portada vendí la idea y la editora general me dice que eso es generar divisiones entre clases. Me tocó cortar 4 párrafos.
La nota salió y se armó un relajo porque los del colegio rico tienen muchas influencias y el diario en el que trabajo tiene relación con ellos, tanta relación que todos los hijos del dueño estudiaron ahí.
Se han publicado tres cartas, en las que dicen que ellos sí son patriotas, lo cual no fue demostrado en la ceremonia. Para colmo, el diario les regala DOS PÁGINAS de publicidad para que demuestren que son una “belleza” y yo he recibido más de un reclamo.
La verdad es que el problema no fue la división social, porque no podemos taparnos los ojos ante las brechas de nuestra sociedad, el lío fue que a los ricos no hay cómo toparlos.
Siempre supe que en el periodismo hay estas presiones, pero ésta si me hinchó las pelotas y por eso escribo con estos términos.
Me da pena que la censura empiece por casa y que sólo se publiquen conveniencias. La nota es hermosa y está totalmente apegada a la verdad y sería un valioso material de lectura para un medio verdaderamente libre.
Se que La Hora tiene menos compromisos que otros medios, pero no puedo dejar de sentirme mal porque un buen trabajo periodístico sea tachado de poco conveniente.
Aquí pego la nota original, antes de que se borren los párrafos más “incómodos”.


‘Sí juro’ en un país desigual

Es la misma patria, los mismos héroes, idéntica sangre derramada y un enemigo en común, pero el festejo del triunfo en la Batalla de Tarqui tiene realidades que delatan la diferencia social en Quito.
Cuando el reloj marcaba las 09:00 de ayer, en la escuela Lucila Santos de Arosemena, en San Miguel de Collacoto, al Sur, los alumnos de séptimo de básica lucían sus zapatos lustrados, a pesar de que tuvieron que subir la polvosa loma en la que está ubicada la institución.
Todos registran una conducta sobresaliente y los 75 padres de familia que espectaban el evento, tenían el pecho inflado por orgullo de sus pequeños.
Esa escuela está dividida por una calle, por lo que los chicos deben cruzar durante todo el día. La banda de guerra estaba de estreno, pues las chicas lucían uniformes nuevos y churos adornados con pequeñas binchas de colores.
No sólo el fervor ciudadano estuvo invitado a esta jura de la bandera, pues cuatro perros callejeros se paseaban por el patio, entre alumnos y símbolos patrios. Los profesores de educación física tenían que ahuyentar a los huesudos canes.
“Salve oh Patria, mil veces oh Patria”. El himno de la república de Ecuador resonó en el lugar y todos entonaron las estrofas con más fervor que cuando la selección nacional defiende los colores ecuatoriales en el Olímpico Atahualpa.
Los pequeños uniformados tenían sus atuendos flamantes, los cuales fueron donados por el Gobierno, al igual que los textos de estudio.
Las cosas han mejorado. El rector Galo Cajas, luego del acto que duró dos horas y media, explicó que antes la realidad era peor. “No teníamos techos y el piso estaba agujereado”, recordó el docente.
Sin embargo, la pobreza, que es el denominador común de estos pequeños patriotas, no es lo suficientemente fuerte para que dejen de amar la tierra que los vio nacer. “Estoy muy orgullosa de mí y representaré a mi Patria en la profesión que me toque seguir”, explicó Daysi Chulca, abanderada de Estandarte de la Ciudad.
Todos los padres hicieron ‘vaca’ para luego de la ceremonia, festejar en un aula el éxito estudiantil y la gesta heróica de 1829, cuando las tropas grancolombinas triunfaron bajo el mando de Antonio José de Sucre al ejército peruano.

Al otro lado de la ciudad

Mientras la fiesta continuaba en la escuela fiscal, todo estaba listo para que los chicos del colegio Alberto Einstein cumplan con el requisito académico, sin el cual, graduarse es un objetivo imposible.
La amabilidad y hospitalidad de la Lucila Santos de Arosemena contrasta con los filtros de seguridad por el que deben pasar todos lo que querían ser parte de la ceremonia cívica.
En el parqueadero, los autos de lujo no dejaban espacio ni para estacionar una bicicleta y en el interior, en el auditorio, los estudiantes esperaban que inicie el protocolo.
Con celulares, ipods, gafas, pintalabios, los alumnos mataban el tiempo en asientos acolchados, mientras los discursos de rigor se producían en el escenario.
En el Sur, los niños pobres se arrodillaban con su único uniforme en el cemento para besar la bandera, mientras que el Einsten, los jóvenes hacían una leve inclinación para no posar su rodilla sobre una pulcra alfombra negra.
El himno a la bandera no estuvo en el repertorio del dj. Pero todos cantaron en hebreo el himno a Israel luego del ecuatoriano, en el día que rememora a los que murieron porque este país sudamericano sea libre.
En San Miguel de Collacoto se terminan los sánduches de atún y los vasos de cola, mientras que en Carcelén hay todo un despliegue audiovisual, pues un equipo de camarógrafos prepara un video sobre el último año de quienes están a punto de ser bachilleres y entrar a las mejores universidades del país. “Todavía no se qué voy a hacer, creo que me voy a tomar un año de descanso”, detallaba Santiago Burbano, portaestandarte del Pabellón Nacional, mientras participaba de la sesión fotográfica entre ‘panas’.
Todos suben a sus 4x4 y se van a almorzar en lujosos restaurantes, mientras que en Collacoto todo vuelve a la normalidad y la pobreza es de nuevo la protagonista de la vida de esas familias. ¡Viva la Patria!


"Estoy orgullosa de que mis hijos tengan buenas notas, porque eso les ayudará a salir adelante, Si Diosito les permite”
María Varela
Madre de abanderado
Escuela Lucila Santos de Arosemena



"Es un importante en la vida de mi hijo. Necesito un fotógrafo porque mi esposo está en Arabia y se está perdiendo esto”
Margot De la Paz
Madre de familia
Colegio Einstein